La debilidad de la fuerza

La debilidad de la fuerza

Juan Bosch tituló así un artículo sobre la  demostración de poderío militar de Estados Unidos cuando invadió  Santo Domingo en 1965 sin que pudiera vencernos.

¿Cuál fue la fuerza del líder indio Mohandas Gandhi, quien opuso al poderío del imperio inglés la resistencia pacífica?

¿Cómo se enfrenta a un enemigo tan poderoso que piensa que sus cañones o la superioridad numérica de sus tropas bastan para imponer sus razones?

¿Tiene razones quien usa la fuerza para imponer sus criterios? ¿Para qué se debe emplear la fuerza? ¿Para avasallar? ¿Para obligar? ¿Para forzar aceptaciones?

El viejo proverbio chino lo dice claro: quien tira el primer golpe, quien usa la fuerza para ganar una diferencia, obviamente carecía de razón.

No es lo mismo razón que razones. Razones puede tener una y mil veces, pero no tener la razón, que es algo muy diferente.

Cuando Benigno (Ninoi) Aquino fue asesinado al retornar a su país, Filipinas, desafiando al dictador Ferdinand Marcos, en ese momento el tirano selló su sentencia que lo sacó del poder.

Cuando Benazir Butto fue asesinada por los militares de su país, quedó expedito el camino para que su partido ganara las próximas elecciones.

La lucha entre la luz y las sombras, entre la fuerza y la razón, entre la justicia y la injusticia están presentes desde los albores de la humanidad. Lo malo es que persiste tal dicotomía.

En la plaza de Tiannan Men un joven chino, harto de los abusos y atropellos del poder, permaneció en medio de la avenida mientras los tanquistas del Ejército del Pueblo avanzaban. Los soldados decidieron respetar el gesto de protesta y no aplastaron al joven.

El gesto conmovió al mundo, como había ocurrido en Vietnam del Sur cuando monjes budistas se inmolaron auto incendiándose vivos como protesta contra la corrupción manejada por survietnamitas y amparada por cientos de miles de tropas norteamericanas.

La fuerza triunfa en muchos casos pero lleva dentro de sí “el cáncer de su propia destrucción”.

A la larga, la justicia se impone, en muchos casos tarda: Viriato Fiallo, Rafael (Chichí) Alburquerque Zayas Bazán y Ángel Liz, vieron pasar el cadáver de Trujillo, su enemigo, asesino de hombres, honras y de la libertad.

Aung San Suu Kyi, de Birmania, una mujer bajita y de pocas carnes, usa el escudo de la razón contra la fuerza de los militares que la mantienen presa, incomunicada y silenciada y ella, como un junco, se dobla pero no se parte.

Su ejemplo, su decisión de lucha por la democracia demuestran, nuevamente, la debilidad de la fuerza.

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