La década de la corrupción salvaje

La década de la corrupción salvaje

Si algún nombre le fuéramos a colocar, a estos primeros diez años del siglo XXI, sería el de la corrupción salvaje que ha derribado todos los cánones de la prudencia y de la hipocresía, para dar rienda suelta a todos los instintos insólitos de los seres humanos, investidos de un nombramiento o de un mandato popular por elección.

Los gobiernos del PRD y del PLD, que han dominado los diez años de la década, ostentan el triste honor de la acelerada corrupción que penetró a todos los niveles, que ni varios bancos estuvieron ajenos al proceso corruptor. Fueron muchos los políticos y militares que accedieron a riquezas opulentas, al dejarse seducir por las bondades del narcotráfico al hacerse de la vista gorda por su tráfico a través del país o desfalcar el erario.

El resultado de estos diez años de corrupción es el aumento de la violencia, de las pérdidas de los escasos valores familiares que resistían ser desplazados, de los asesinatos por encargo, del florecimiento de las ciudades con el surgimiento de imponentes torres de apartamentos o exclusivos résorts y las calles inundadas de los vehículos de lujo que tan solo se conocían por anuncios extranjeros de la televisión por cable o revistas especializadas.

Han sido diez años del pleno disfrute de muchos funcionarios y militares de la década, que han estimulado, con sus gastos generosos y desordenados, la operación con beneficios de restaurantes de lujo o boutiques muy especializadas e importan cotidianamente los últimos gritos de la moda que salen en París, Madrid, Londres y New York.

El resultado de la corrupción se exhibe en dos vertientes. Una es la del lavado de dinero, no solo del narcotráfico, sino de los contrabandos y evasión positiva, aun cuando ésta se ha reducido notablemente por los controles establecidos por la DGII. La otra vertiente de la corrupción, y la que más aporta a funcionarios, es la grosera sobre estimación de los costos finales de las obras públicas, en especial los proyectos hidroeléctricos, con costos finales hasta tres veces del estimado original.

Los responsables de esos proyectos, al informar la escalada exagerada de los valores finales ni eructan al decir que los valores originales se duplicaron o triplicaron, siendo los costos más notables el de las últimas hidroeléctricas que se han construido o se construyen en el país, como la de Pinalito, Palomino y Las Placetas.

Son muchas las obras que se han construido con sobre valoración increíble que van desde aquel edificio de la Suprema Corte de Justicia hasta la catedral de San Juan, sin dejar de mencionar el Palacio de Bellas Artes o las extensiones de la UASD construidas en los últimos años para cambiarle la fisonomía de los pueblos favorecidos con estructuras amorfas que no obedecen a un criterio arquitectónico definido.

La cosecha de la corrupción en estos diez años del siglo XXI ha sido fructífera para los funcionarios, políticos,  legisladores, militares y policías; en fin todos los que por su cercanía al poder han podido disfrutar de ingresos no gravados, que se han convertido en lujosas residencias, vehículos costosos y dispendio en decoración, buenos restaurantes y gozar con los artistas internacionales de renombre.

Publicaciones Relacionadas