La década imborrable de la humanidad

La década imborrable de la humanidad

Los habitantes de la Tierra no han tenido, ni disfrutado, ni mucho menos vivido, una década tan plena de realizaciones materiales, sociales, conquista de derechos y transformación de la conducta, como lo fue la de 1960 del siglo pasado.

 Fueron tantas las realizaciones, que resulta difícil  buscar en la historia de la humanidad un periodo tan impactante y decisivo para el devenir social y de conducta de los millones de seres, que han habitado el planeta desde entonces, cuando el espíritu hizo explosión y le dio rienda suelta a la libertad sin cortapisas.

No hay dudas, el mundo se transformó. Ese sacudimiento universal, que tuvo su inicio con el triunfo de la revolución cubana en enero de 1959, y como un tsunami se extendió en la década de 1960 en sus imitaciones y  explosiones por parte del continente americano hasta culminar con el sacrificio del Che Guevara en las montañas de Bolivia en 1967.

El sacudimiento dominicano para esa década resultó grandioso, ya que al inicio de la misma encontró a la juventud enfrentándose a la dictadura de Trujillo, y en enero de 1960 fueron decenas de jóvenes detenidos en que muchos fueron sacrificados  en las diversas cárceles  de la dictadura para ser la semilla de la protesta justa, que en mayo de 1961  se logró  eliminar  al hombre que por  31 años había tenido al país en un puño de hierro.

En los primeros cinco años de la década de 1960, los dominicanos vivimos en constante agitación y afianzamiento democrática con la celebración de las primeras elecciones libres, instauración del gobierno del  profesor Juan Bosch y su derrocamiento siete meses después, el sacrificio de  tantos jóvenes valiosos e idealistas en la guerrilla de Las Manaclas, la conspiración desembozada de los militares, que en abril de 1965 explosionó de mala manera obligando a la tercera intervención norteamericana en el siglo XX.

La instauración de un gobierno civil, electo democráticamente en junio de 1966, marcó el inicio de una era de desarrollo y de la consolidación de la democracia, no obstante la extraña mezcla de una mano dura y represiva con libertades no conocidas y con el florecimiento  de las instituciones universitarias, de las artes y de los deportes.

Los centros de estudios superiores que abrieron sus puertas en esa década fueron la respuesta inicial de una nación que demandaba una mejor capacitación para sus generaciones jóvenes.

Fue la década deslumbrante de Juan Marichal, Julián Javier y los hermanos Alou  con sus hazañas en el béisbol de las Grandes Ligas.

A partir de 1960, el arte comenzó a brillar con voces en el canto, guiados de la mano de Rafael Solano; Niní Cáffaro, Cecilia García y Luchy Vicioso se consagraron y Freddy Beras imponía su calidad en su condición de comediante y productor de programas irrepetibles.

Solano se afianzó con su música y letra de sus canciones, descollando ese magnífico conjunto  de voces masculinas de Los Solmeños. La música culta encontró su nicho con Arístides Inchaústegui e Yvonne Haza, también Fernando Casado imponía su calidad en la música romántica  y Johnny Ventura continúa deleitando a las generaciones presentes. 

Wilfrido Vargas y sus Beduinos atraía una clase bohemia que buscaba la diversión, en una capital sin diversiones nocturnas hasta esa década.

El 1960 fue la década del surgimiento de una clase depredadora, que desde entonces, afianzada en el poder político y militar,  ha dilapidado  los recursos nacionales, apropiándose  de los mismos para su beneficio y continúan tan campantes,  aumentando en cada década que ha transcurrido desde aquella, su poder y riquezas. 

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