La depresión es una entidad médica muy común. Se considera que más de 300 millones de personas la padecen de acuerdo a cifras de la Organización Mundial de la Salud y se cree que está asociada a otras muchas comorbilidades médicas de importancia. Asimismo, se asume que es la principal causa de incapacidad en el mundo. De una u otra forma toca casi todas las especialidades médicas, sin embargo, son los psiquiatras, psicólogos y terapeutas los plenamente entrenados para su manejo. Lo anterior no quiere decir que el médico general no pueda tratar los casos iniciales y simples. Esta astronómica cantidad de gentes tristes lógicamente genera en la industria farmacéutica una avidez de encontrar los medicamentos idóneos, que resuelvan el problema con el menor número de efectos adversos. Esta enfermedad es más común en la mujer que en el hombre, aparte de las diferencias neuronales intrínsecas, tal vez sea porque culturalmente nosotros podemos ir con más libertad a los colmadones, bares y similares, en procura de una ¨evasión emocional¨.
Veamos un aspecto más serio: científicos de la Universidad de California, en San Diego, Estados Unidos, dirigidos por Roberto Malinow, hace pocos años identificaron la parte del cerebro que controla el procesamiento de la información tanto emotiva como sensorial que provoca que nuestro estado de ánimo cambie. La investigación sobre una parte del cerebro bien profunda denominada ¨la habénula¨ fue publicada en la prestigiosa revista científica ¨Science¨. Antes de este estudio otros dos sistemas en el cerebro habían sido descritos en los que las neuronas liberaran neurotransmisores excitadores e inhibitorios es una misma conexión, situadas estas en el hipocampo y el tronco cerebral.
Vamos a explicarlo en un lenguaje llano, la llamada habénula (en latín significa rienda), es una estructura, una masa de neuronas situadas en la parte lateral y posterior del Tálamo y este a su vez es una especie de almendra situada en la profundidad del cerebro, encargado de servir como de policía de tráfico que permite pasar solo un estímulo a la vez. Tomemos por ejemplo el estímulo doloroso, si nos duele una muela y una uña encarnada, el Tálamo se encarga de que la corteza cerebral solo reciba un estímulo o es la muela o es la uña, importante mecanismo de defensa, porque imaginemos por un momento que recibamos juntos todos los estímulos dolorosos que nuestros sentidos perciben en el día. Recordé con nostalgia mis años (muchos ya) de monitor de Neuroanatomía, cuando por primera vez disecamos en un cadáver el tallo cerebral y el Tálamo para la docencia que impartíamos junto al querido maestro Dr. Osvaldo Marte Durán.
Sabemos que el lenguaje de las neuronas es químico y eléctrico, es decir que utilizan para que su importante actividad sea posible lo que conocemos como neurotransmisores, donde unos son aceleradores (excitatorios) y otros frenan la actividad neuronal (inhibitorios). Son pocas las áreas del cerebro que son capaces de producir ambos al mismo tiempo, el glutamato (excitatorio) y el GABA (inhibitorio), lo común es que las áreas cerebrales tengan la predominancia de uno u otro, pero no los dos a la vez. Esta fue una de las primeras investigaciones en documentar objetivamente que tanto freno y aceleración pueden estar presente en una misma área del cerebro.
Estos científicos pudieron demostrar que con el uso de un antidepresivo los niveles de GABA aumentaron. Es decir, que la serotonina, que es también otro neurotransmisor que es clave para sentirnos felices, con energía y buen ánimo, actúa en dicha habénula logrando el equilibrio neuroquímico de los tres. Es lo que producen los antidepresivos, actúan amortiguando la sensibilidad del cerebro a los acontecimientos negativos de la vida. Si pudiéramos manejar esa habénula de manera directa se acabarían las tristezas y las distimias en el globo terráqueo.