La decisión de Danilo

La decisión de Danilo

El presidente Danilo Medina ha tomado algunas decisiones que deben ser valoradas positivamente, que apuntan hacia una corrección de malas prácticas del anterior gobierno, al tiempo de producir algunos gestos que son coherentes con su estilo político y personal, con su discurso antes y durante su campaña. Sin embargo, a pesar de esos gestos y decisiones, la gente espera de él acciones de mayor calado,  que de no tomarlas su gestión terminaría en la nada.

Hasta el momento, su medida más importante es haber iniciado el desmonte de la estructura criminal-mafiosa que desde Palacio controlaba la importación de productos agrícolas y que incidía en la desestructuración de la producción agropecuaria del país, al tiempo de nombrar a personas solventes y competentes en ésa y otras ramas de la economía. Sin embargo, para fines sustancialmente correccionales, la gente espera que se diga cómo funcionaba y quienes integraban ésa y otras estructuras delincuenciales.

En vastos segmentos de la población, es unánime el sentimiento de que no basta con que algunos funcionarios del nuevo gobierno hagan de público conocimiento el desastre que encontraron en sus ministerios u organismos descentralizados o que filtren algunas informaciones al respecto, sino que debe evaluarse y publicarse toda la situación económica heredada del anterior gobierno. Una medida a ser tomada directamente por el presidente de la República.

Tomar una decisión de esa naturaleza, necesariamente, implicaría destituir, casi en su totalidad, al equipo económico que junto al anterior primer mandatario, condujeron la economía del país por el camino de la perdición, no solo por malas prácticas desde el punto de vista técnico, sino ético y moral. Si no la toma, sería prácticamente imposible llegar a algún acuerdo con los sectores sociales, políticos y económicos del país, sobre la pretendida reforma fiscal.

La presente administración ha hecho de esa reforma sus primera gran apuesta y meta: obtener los recursos necesarios para acometer sus planes y proyectos, pero quizás no calibró que esta apuesta, por sus implicaciones, lo conducía ante la inevitable obligación de explicar con detalles el porqué la necesidad de esa reforma. Minimizó los niveles de descrédito que tiene en la  población el gobierno que ha sucedido.

Si en esencia rechaza las exigencia de los sectores de la sociedad civil que discuten los alcances de la reforma para un posible acuerdo, podría hacer lo siguiente: imponerla solo o acordarla con algún sector económico importante, marginando del mismo y/o enfrentando a significativos sectores de la sociedad civil y parte de la sociedad política o simplemente dejar momentáneamente sin efecto la intención, asumiendo un presupuesto para el año próximo, basado en la austeridad y en algunas reducciones del gasto público.

Cualquiera de esas decisiones, sería una derrota política para Medina, una manifestación de rechazo del camino de la sustancial diferenciación, asumiendo la apuesta por una tranquila cohabitación con la facción partidaria causante del desastre económico, social y moral en que se encuentra el país. A pesar de algunas buenas decisiones y de estimulantes gestos, en definitiva, el Presidente parece seguir posponiendo decisiones que definitivamente lo sintonizaría con el generalizado sentimiento de cambio de una población que rechaza el borrón y cuenta nueva.

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