La declamación, es Maricusa Ornes

La declamación, es Maricusa Ornes

Por una fina distinción del Dr. Franklin Lithgow, participamos como invitado en una actividad llevada a cabo en el salón de actos del Archivo General de la Nación, institución dirigida con mucho acierto por don Roberto Cassá. La actividad fue la puesta en circulación de los CD con los versos declamados por la insigne poetisa dominicana Maricusa Ornes Coiscou, la cual será presentada con una serie de 8 entregas, logradas bajo el cuidado del amigo Fabio Herrera Roano. En la oportunidad, en el cálido homenaje a esa dadora de “vida” a coplas y poemarios y mientras escuchaba los versos de esa exquisita rapsoda, me trasladé a mis años mozos, pues mi padre (romántico poeta) fue uno de sus admiradores, recuerdo que nos invitaba al patio de la librería Dominicana en la calle Mercedes a escuchar sus dramáticos recitales y luego yo ya mayorcito, asistía al teatro de Bellas Artes o a Casa de Teatro, a disfrutar del grupo de poesía coreada que muy atinadamente ella dirigía.

En la refinada noche, muchos fueron los momentos de nostalgia que recordé y que hoy quiero compartir con mis siempre amables lectores. En mi lapso de mozalbete, en las instituciones educativas de la familia, el Instituto Renacimiento y el colegio Patrón San José, se realizaban con frecuencia actividades (festivales, graduaciones, aniversarios) donde la poesía reinaba y recuerdo disfrutar gratamente de ese arte oral ancestral, que en su momento constituyó el vínculo de tradición para transmitir los hechos y proezas épicas del ser humano en su indetenible ímpetu por imponerse a la naturaleza y al tiempo. La historia de los pueblos antiguos se cuenta y la conocemos por las obras maestras de declamadores en caminos y plazas por aedas, juglares y copleros: voceadores de la memoria colectiva, artistas de la palabra versificada. Recordé gratamente y volví a escuchar en mi interior a los escaldos: Carlos lebrón Saviñón, Antonio Frías Gálvez, Elsa Munich, Angel Torres Solares, Salvador Pérez Martínez, Lucila Rutinel, Serbio Uribe, etc. En mis años mozos ellos con su dramática e intensa declamación también llenaron de arpegios y sonoridad los poemas de los grandes creadores de la lengua hispánica; tenemos el grato ejemplo actual de Yanela Hernández. La declamación, ha sido un arte bien cultivado desde la antigüedad, que ahora viene perdiendo vigencia por la irrupción de prácticas sociales que distraen los valores culturales locales, privilegiando neoculturas globalizantes.

Doña Maricusa es dueña de una gracia especial y de un histrionismo propio de una artista de grandes tablas, manejó con destreza esos acentos agudos, graves y circunflejos para una perfecta recitación. Sabemos que la declamación es la interpretación de un poema buscando profundizar su mensaje con el uso armonioso de la voz y la sutileza del gesto y de la mímica. Se busca en esta forma de arte escénico destacar los sentimientos y la emoción que el poeta quiso imprimir a su creación. Ella adversó al tirano Trujillo y estando exiliada en Cuba estrenó en primicia pública del poeta de la Patria, don Pedro Mir, su poema “Hay un país en el mundo”. Me uno al clamor de prominentes poetas amigos, de que don Pedro debe estar en el Panteón Nacional, lugar privilegiado para nuestros prohombres.

Cito parte del enjundioso discurso que pronunciara esa noche el Dr. Lithgow al dar inicio a ese muy merecido –homenaje- a la lírica dama testimoniada y con ella una deferencia a la poesía misma, señaló: “Nuestro poeta nacional, expresó que, Maricusa como intérprete de la poesía, al recitarla, se adentraba de tal modo en ella y la hacía tan suya que transmitía los sentimientos que inspiraron los versos del poeta. A tal grado eso es así, que parafraseando a Andrés Eloy Blanco, aseveramos junto con él que: “ella es fuerza y transporte del alma”. Y esa fuerza y ese espíritu imbatible, lo volcó también en el mundo de los pequeños. Así surgió el Teatro Arlequín con su historia de esmeradas producciones, que fueron una maravillosa oportunidad para despertar jóvenes talentos y deleitar al público puertorriqueño y dominicano. En este estadio, hagamos una evocación de la inolvidable Silvia Troncoso, la gran actriz nacional, triunfadora por excelencia, también obra de Maricusa.

Reverente ante tanta grandeza, con orgullo quiero terminar diciendo: ¡Salve Maricusa! Diosa dominicana de la poesía y la dirección teatral, gloria en Puerto Rico y famosa en todos los escenarios donde tuvo la oportunidad de desplegar el arte de la declamación y la actuación”.

 

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