La declinación del Imperio

<p>La declinación del Imperio</p>

FIDELIO DESPRADEL
“Se avecinan tiempos borrascosos” fue el título de mi pasado artículo. Me refería a que la primera potencia mundial y locomotora económica del mundo, EE.UU, se precipita hacia una crisis inédita e histórica, como consecuencia del derrumbe del dólar y del descalabro militar y político en Irak y Afganistán, donde ni los republicanos ni demócratas, juntos, pueden impedir el fracaso del imperio.

Decía que no hay que gastar mucha tinta para demostrar que lo de Irak cada día se parece más a Viet-Nam, pero que, a diferencia de aquellos años de expansión y guerra fría (décadas del 50, 60 y 70), ahora las multinacionales de los EE.UU y los innumerables cerebros al servicio de su política de dominación, no tienen salida a mano.

Ahora es distinto. La estrategia del imperio, en su etapa de única superpotencia mundial, se basa en los siguientes axiomas: Primero. “Debemos disuadir a los países industrializados avanzados (léase Alemania, Inglaterra, Francia, Canadá, Italia, etc.) de cualquier tentativa de desafiar nuestro liderazgo o de modificar el orden político y económico establecido (…) previniendo la emergencia futura de cualquier competencia a nivel global “. Y segundo: “Debemos impedir que cualquier potencia hostil domine regiones cuyos recursos le permitan acceder a la condición de gran potencia” (Léase China, Rusia, Brasil, India. F. D.). (Paul Wolfowitz).

Por eso el autogolpe del 11 de septiembre, excusa para la expansión militar norteamericana y la invasión a Afganistán e Irak. Por eso anularon la ONU; también el nuevo papel de la OTAN, gendarme de segundo orden dirigido por los EE.UU. todo ello, como ya citamos, para “disuadir a los países industriales de cualquier tentativa de desafiar nuestro liderazgo o de modificar el orden político y económico establecido”.

Aplastar a Irak y Afganistán; dominar y/o tener control sobre el 80% del petróleo del mundo, al tiempo que demuestran, en los hechos, su capacidad para sostener dos guerras regionales simultáneamente, garantizaban el respeto al llamado “orden económico y político establecido”. Así razonaban sus estrategas a mediados y finales de los 90 del pasado siglo.

Parte de ese “orden económico” está basado en la garantía de la supremacía absoluta del dólar y la entrada a los EE.UU de más de 3,000 millones de dólares diarios, en compra de papeles del tesoro, acciones y otros papeles-dólares, por parte de los bancos centrales e inversionistas del mundo, para sostener su descomunal déficit y su absurdo consumismo, con el que se mantienen como la gran locomotora de todo el mundo, todo ello, paradójicamente, habiendo perdido los EE.UU su superioridad industrial, tecnológica y de gestión que fue la plataforma que lo convirtió en la gran superpotencia, a partir de la II Guerra Mundial.

Pero de tanto hablar de Irak, nos olvidamos, primero: de la derrota de Israel en el Líbano, y segundo: del desastre de Afganistán, donde 20,000 soldados de la OTAN y una cantidad mayor de mercenarios, no han podido derrotar a los talibanes. Contrario a los planes de los EE.UU y la OTAN, todos los días crece y crece la resistencia, amenazando con arrasar a Pakistán, donde un aliado norteamericano, General Parvez Musrrafah, se encuentra cada vez más a la defensiva.

Sobre este último frente de batalla, muchos analistas occidentales, entre los cuales se encuentra Immanuel Wallerstein, plantean que: “La bomba de tiempo en el Oriente Medio es Pakistán”.

Esa es la base de los “tiempos borrascosos” que se avecinan. Al igual que Inglaterra a mediados del pasado siglo y de la Roma Imperial al inicio de la era cristiana, el imperio norteamericano ha iniciado su derrumbe, amenazando con arrastrar a toda la humanidad a un holocausto.

Voy a dedicarle el próximo artículo a la declinación del dólar como moneda mundial, sus causas y consecuencias. Pero no quiero terminar sin apuntar que cuando leemos que la “Ford anunció la mayor pérdida de toda su historia”, y que “Toyota está superando a la General Motors”; y que por primera vez, las ganancias de las grandes empresas extranjeras radicadas en los EE.UU tienden a ser mayores que las de los EE.UU establecidas en el mundo, estos no son más que la punta del iceberg, de lo que pasa al interior del aparato industrial, científico y de gestión de los EE.UU.

Y cuando nos enteramos por la prensa que el señor Putin, desafiando a los EE.UU en la reunión del G-8, plantea, entre muchas cosas: “Debemos pensar en la nueva arquitectura del mundo (recordando) que sólo Brasil, China, India y Rusia ya cuentan con un Producto Interior Bruto Total superior al de la Unión Europea”, no podemos más que pensar que los tiempos están cambiando a una velocidad vertiginosa, y que a los EE.UU se le está saliendo de la mano la situación.

En América Latina tenemos que avanzar en la dirección que han estado transitando los pueblos del sur. Y tenemos que derribar las políticas y los gobernantes que doblan la cerviz ante el bastón de mando norteamericano, porque nada bueno podemos esperar nuestros pueblos, de un imperio que empieza su declinación y que es capaz de cometer las más grandes barbaridades jamás conocidas.
Volveré sobre el tema.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas