La definición: Ubres de la novelastra

La definición: Ubres de la novelastra

El amplio tejido de este libro, nos topamos con este trozo de escritura  que nos ofrece, de una forma explícita y extensa, la naturaleza del nombre  novelastra que forma parte del título.

Como bien se sabe, llaman madrastras a las sustitutas de las verdaderas madres carnales. Muchas madrastras son capaces de amamantar hijos que no han parido; alimentan niños ajenos y los crían robustos de cuerpos y con almas equilibradas. La leche  y la buena voluntad  surten esos efectos benéficos. En nuestro tiempo los géneros literarios están sufriendo extraños cambios morfológicos, mutaciones casi monstruosas. Las “novelastras”, probablemente, irán reemplazando a las legítimas novelas en el gusto del público. En estas obras literarias híbridas se ofrecen noticias, relatos y explicaciones, en una suerte de  “servicio en combo” parecido al que dan los establecimientos populares de  comida rápida. (pág.209)

Esta descripción me remite al caldo que hacía mi padre  ciertas mañanas. Sobre tres piedras, dispuestas de forma triangular en el patio, colocaba una paila resistente, ponía agua que hervía rápidamente con el fuego de la leña y  echaba cuantas cosas de comer encontraba en los alrededores: huevos, ajíes, maíz, auyama, cebollas, molondrones, cilantro, hierbabuena, guandules, ajos, yuca, perejil, puerro, frijoles, espinaca…Los ingredientes los determinaba  el  azar,  y el resultado era siempre el mismo y certero: el olor envolvía todo el ámbito, y despertaba el  apetito porque el bendito caldo era una maravilla de color,  olor y sabor, y siempre le quedaba igual.

Papá murió y con él ese caldo, pues receta no había, sólo su pulso que no fallaba. Ese caldo, en cierto modo, conduce a este “género”. En la novelastra todas las expresiones tienen su hueco: los géneros mayores, los deslices cotidianos y vulgares, la parodia y la paráfrasis, el humor bien fundamentado y el relajo de colmado y mercado, el ensayo filosófico, así como  la reflexión de taberna, el poema verdadero, la charlatanería y la ocurrencia, el dato histórico y las texturas propias de la intrahistoria. Caben, igualmente, cuantas formas de decires se cultivan bajo el imperio de la lengua y, sobre todo, de los idiolectos de personajes y personajillos.

Y en eso consiste el “género”, en la construcción de una imagen que atrape el fluir temporal en lo grueso  y en  lo mínimo, pues ignoramos quién decide más, si lo histórico histórico o lo intrahistórico, asumiendo este concepto unamuniano que tanto peso atribuye al vivir ordinario.

Ladislao pretende darnos leche de pensamiento servida en ubres de “novelastra”. Como Cervantes, quiere modificar las novelas tradicionales. (p.211)

Ahora bien, esta modalidad narrativa, que se afirma intencionalmente en esa suerte de conjunción de formas expresivas, tiene raíces en la tradición fantástica que arranca con el Manuscrito de Zaragoza. El siglo XX, prácticamente, le pertenece a la narrativa fantástica. Comenzar con Jorge Luis Borges y terminar con Umberto Eco, es  ejemplificación suficiente para dar cuerpo a la aseveración. Sigmund Freud acuñó el término unheimlich, con el que designa a lo siniestro, que es la forma como se muestra lo fantástico.

El término, en uno de sus sentidos que opera en el mismo ámbito, significa: “irrupción de la realidad”. Lo siniestro que opera en la realidad concreta, la que cada uno de nosotros agota y construye, y la del conjunto. El término se amplía y reafirma con Roger Callois, Luis Vais, Torodov y entre otros. Lo fantástico no se detiene en la teorización, nace y empuja desde la práctica, y avanza, cubriendo terreno, y llega hasta las páginas de Ubres de Novelastra de Federico Henríquez y Gratereaux. Lo fantástico es la realidad pendulando o basculada, y con ello se crea algo que no existía como tal, sino que andaba en la realidad que hacemos a cada instante. Una referencia que precisa la conciencia del empleo del recurso narrativo, la tenemos en estas líneas:

El hombre y la naturaleza tal vez oscilen, en un pendulación perpetua, entre el caos y el orden. ¿Hay o no hay una historia universal?´ ¿El hombre progresa, o regresa? ¿Hace  círculos  o espirales? ¿Avanza o retrocede, simultáneamente? (pág.109)

Sí, todo se ha dicho, pero cada quien busca su forma de decir lo que se ha dicho. Y aquí encontramos una nueva forma de decir lo que hemos dicho y leído. En esta novelastra cabe lo visto, sentido, olido, leído, lo entrevisto, lo soñado, lo que pudo ser y lo que fue, lo maravilloso, lo monstruo; es un remolino de decires que asciende y desciende creando múltiples sensaciones. Y ese es su orden, que arranca desde el título. Y también su naturaleza  que se afirma en la presencia del otro, de ese otro que se manifiesta en espacio, tiempo, personajes, referencias, voces, palabras, gestos… basculando, moviéndose en direcciones encontradas para crear un fluir yuxtapuesto, encimado los unos a los otros… En fin, relato donde se prestigian los procedimientos estructurales y los recursos retóricos propios de la literatura fantástica.

Agreguemos un dato más: las informaciones disímiles, múltiples que desfilan por las páginas de esta obra  provienen, en la mayoría de los casos, no de la invención, que siempre es corta, sino de la acumulación en la memoria, de realidades que la realidad produce en las épocas, en las décadas, en los años, en los meses, en los días, en los minutos, en los instantes…. Es con los hechos que se tejen estas historias sinuosas de Ladislao Udrique, de Azuceno, de Lidia Portuondo,   de Medialibra  y de tantos otros.

Este libro funciona como un espejo que nos devuelve muchos de los eventos que marcaron nuestra existencia que  en esta etapa de vida, en este lugar del existir, admitimos como ineludibles.

Esta novelastra es una conjunción entre lo que es o lo puede ser, verosimilitudes ambas. Por este libro, fluye todo el siglo XX, removiendo recuerdos, remeneando acontecimientos vistos, oídos, leídos y, más que nada, sentidos. Es, definitivamente, una narración de un hombre, Federico Henríquez y Gratereaux, que conversa con su siglo, y más allá.

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