La delicada estabilidad del peso mexicano

La delicada estabilidad del peso mexicano

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¿Podría haber una corrida contra el peso en los próximos meses? Esta es una pregunta que se hace con frecuencia en los círculos financieros y empresariales. La moneda mexicana ha logrado ganar amplio terreno al dólar si tomamos como referencia la cotización que tenía antes de las elecciones de 2018, cuando llegó a 20.60 pesos en el mercado interbancario, lo que implica una ganancia de más de 9 por ciento considerando la paridad de mediados de febrero.
El consenso entre los operadores de los mercados es que el origen de este fortalecimiento del peso está en las elevadas tasas de interés que existen en México. Este argumento es parcialmente cierto pues, pese a que en los últimos meses se han ajustado a la baja los réditos, siguen siendo de los más altos entre países que tienen grado de inversión en su deuda soberana.

Sin embargo esta es solo la mitad de la explicación. La otra tiene que ver con las perspectivas del tipo de cambio en función de lo que los inversionistas aprecian que puede suceder con la política monetaria, la política fiscal y el entorno internacional.

Si en México se percibiera un alto riesgo en sus cuentas fiscales o la posibilidad de que el Banco de México abandonara su propósito de controlar la inflación, no habría ningún nivel de tasa de interés que impidiera que los recursos de los extranjeros invertidos en activos financieros en pesos abandonaran el país.

Hay más de 100 mil millones de dólares invertidos, sobre todo en bonos gubernamentales, provenientes en su mayoría de fondos extranjeros que han encontrado en los instrumentos mexicanos una excelente opción en un mundo en el que las tasas de interés han estado bajas desde la crisis de 2009.

La razón por la cual han llegado estas grandes cantidades de recursos es por la expectativa de que haya una política fiscal que busca el equilibrio de las cuentas del gobierno y una política monetaria por parte de un banco central autónomo que tiene el mandato constitucional de mantener baja la inflación.

Si esto cambiara, las percepciones de riesgo también se modificarían y una parte de estos recursos se movería hacia instrumentos más seguros, abandonando el mercado de pesos y por lo tanto presionando hacia arriba al tipo de cambio.

El presidente de la República ha dicho en diversas ocasiones que uno de los indicadores económicos que sigue con más atención es el precio del dólar. Sabe que esta variable sigue siendo altamente simbólica para los mexicanos.

Más allá de que un peso fuerte pueda tener implicaciones negativas para los exportadores, el presidente de la República percibe que aunque el crecimiento económico del país esté bajo o sea incluso inexistente, estará sujeto a menos cuestionamientos y rechazo de la gente que si tuviéramos un tipo de cambio que se depreciara.

López Obrador conoce bien la historia política mexicana, pues ha sido protagonista de algunos de sus capítulos. Por eso sabe perfectamente que uno de los factores que más golpean a la imagen de un gobierno, y en particular a la imagen del presidente, es una devaluación de nuestra moneda.

Cuando se observa la trayectoria del tipo de cambio durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, se percibe que ha sido uno de los periodos con mayor depreciación real en los últimos años y este factor precisamente contribuyó al deterioro de su imagen presidencial.

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