Después de las críticas lanzadas por antiguos jefes y oficiales policiales que creen que la lucha contra el crimen ha sido más mediática que efectiva, dos reacciones resaltan:
Unos atribuyen a los jerarcas de viejo cuño una intención política y otros entienden que se trata de un apoyo a los métodos de mano dura.
Permisividad y sobrepretección (léase Código Procesal) serían la queja en grande de los nostálgicos de la macana del folclore local.
Lo cierto es que los robos y asaltos con violencia y los escalamientos han crecido, no importa lo que digan estadísticas que se delatan incompletas, formuladas para llevarle tranquilidad a la gente de un modo artificial.Es innegable que el ciudadano tienen hoy mucho más miedo que antes a ser víctima de atracadores, pues lleva su propio registro de la realidad, conversa con amigos, vecinos, familiares y se entera del grueso de los hechos contra la sociedad que se han vuelto tan comunes, desde lo simple a lo truculento.
Lo que la sociedad no puede hacer es aceptar el regreso del garrote ni la agresión sistemática a los derechos humanos para acabar con la delincuencia haciendo tabla rasa para que paguen justos por pecadores.
El Código Procesal Penal marcó un avance; lo lamentable es que ni la Justicia ni la Policía lo hayan utilizado con suficiente entereza y celo para que sirva más para proteger al ciudadano decente que al canalla.
Hay dos situaciones que deben modificarse con rapidez: llevar el porcentaje de policías en servicio a lo que científicamente exige el crecimiento de la población y del delito.
Pero hablemos de policías bien entrenados, de conducta intachable y bien equipados para auxiliar con rapidez al ciudadano.
II
La promesa de transformar totalmente a la Policía en lo ético y lo profesional, y depurarla a fondo, no se ha cumplido suficientemente. Han sacado a centenares por diversas inconductas, pero no han entrado miles con formación académica y buenos sueldos. Ningún policía que apenas sepa leer y escribir y que solo gane dinero para comer diez días al mes va a ser un guardián efectivo.
Reconozcamos y actuemos en consecuencia: dos terceras partes de la colectividad vive en el fracaso económico y social: más de un 30% de los jóvenes ni estudia ni trabaja. Mucha gente vive atrapada en agudas necesidades. El futuro se oscurece porque el progreso que el gobierno pregona es excluyente. Las formas en boga de hacer negocio y producir riquezas requieren poca mano de obra y marginan al individuo promedio que carece de calificación técnica. El ciudadano promedio de RD no pasa del cuarto curso, un nivel de instrucción que sirve de poco para salir de la miseria. El sistema político dominicano ha dado la espalda a muchos marginados; escolaridad limitada y de baja calidad. Nunca se ha puesto énfasis en preparar a las masas para los retos del porvenir.
La cantera que puede influir en generar delincuencia común, además de la de cuello blanco que es la peor y dispone de más recursos para evadir el castigo, es grande.
Lograr la seguridad ciudadana no es un juego de niños; los correctivos, profundos y extensos para lograrla, no se han aplicado.
Pero aún así no podemos regresar a la época de las cavernas, época en que a la Policía le hacían creer que era dueña de vidas y haciendas, que no tenía que rendir cuentas a institución alguna y que hasta sus explicaciones por sus fechorías tenían que ser creídas por la población. Todavía en la Policía, lamentablemente, quedan lacras provenientes de esa época triste, lacras que tienen que ser erradicadas por el bien de la sociedad.