La delincuencia y la Policía Nacional

La delincuencia y la Policía Nacional

Lo peor que ocurre en la sociedad dominicana en materia de delincuencia y violencia es que la Policía Nacional, legalmente la institución llamada a proteger a los ciudadanos y las propiedades públicas y privadas, ha pasado a ser parte del problema. En otras palabras, los dominicanos han dejado de confiar en una Policía en la que todos debemos tener fe sin duda de ninguna especie. Las encuestas de opinión pública de los últimos años han sido constantes en reflejar una creciente falta de confianza de la ciudadanía en los agentes policiales. No los ven como protectores y guardianes, como servidores públicos que generan tranquilidad y sosiego, sino como hombres armados que eventualmente pueden actuar en su contra. Aun así, la sociedad necesita de la Policía para mantener el orden y la seguridad ciudadana.
La percepción negativa que hay sobre la sociedad no es la manifestación de prejuicios, de actitudes antipoliciales o de posturas ideológicas. Es la resultante de un deterioro en la formación y la conducta de miembros de la institución que datan de muchos años y que, por lo tanto, tienen un principio. Hasta los años ochenta la Policía Nacional fue muy cuidadosa en la escogencia de sus miembros, aun cuando tenía menos requisitos que ahora. La razón de este cuidado era porque sus ejecutivos trataban de que a sus filas no ingresaran personas con posturas ideológicas consideradas comunistas o socialistas. A partir de mediados de los ochenta, sin embargo, las puertas de la institución fueron abiertas para que ingresaran personas jóvenes y nuevas que refrescaran la vieja institución, hasta entonces empeñada en reprimir a determinadas ideologías y sus postulantes. Puede decirse, literalmente, que desde entonces a la PN ha ingresado todo tipo de personas, quienes desean servir a la institución y quienes procuran un sitio privilegiado para servirse. La Policía ha devenido, pues, en una entidad que representa un verdadero dolor de cabeza para el Gobierno y para la sociedad. Porque está afectada por el burocratismo, porque no entiende sus objetivos constitucionales, porque le cuesta adaptarse a los nuevos tiempos, porque no pocos de sus miembros se ven envueltos con relativa frecuencia en actos abominables, porque sus controles internos son dudosos y porque, lo peor de todo, en defensa de seguir siendo como es obstaculiza permanentemente su reforma y se resiste a cambiar.
La Policía Nacional, sin embargo, tiene que ser transformada de arriba abajo, y pronto. Por el bien del Gobierno, de la sociedad y de la misma Policía.

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