La democracia como aritmética

La democracia como aritmética

En democracia no solo cuenta la mayoría. Las minorías son esenciales, y no solo porque la minoría de hoy puede ser la mayoría de mañana. Es que el disenso del consenso es consustancial a la democracia. Cuando la mayoría se alza con el poder, la libertad se cercena y perece.

Una mayoría que asfixie las minorías fácilmente termina corrompiéndose. Camina a su propia destrucción y la del sistema democrático mismo.

Nadie, en su sano juicio democrático, puede abogar ni impedir la existencia y el potencial desarrollo de las minorías. Ese no parece que haya sido el propósito de las voces que han planteado recientemente el asunto de los partidos pequeños y pequeñísimos. Para empobrecer aun más el abordaje del asunto, desde la JCE, en ligeras reacciones, se ha ladeado olímpicamente el tema.

Definitivamente, hay muchos intereses creados que agreden al instante cuando se sienten amenazados. Hacen mucha bulla en los medios de comunicación, pero no en los momentos oportunos: en las elecciones.

Sin ser lo perfecto – la mayoría no siempre tiene la razón-, el criterio de legitimidad de la democracia se apoya en números y cantidades. Es su más mínima y básica expresión, la democracia es aritmética. Lo que cuentan no son las preferencias que consignan las encuestas. Si así fuese ¿por qué y para qué seguir celebrando eventos tan complejos y costosos como son las elecciones?

La votación que se logra es la que da consistencia, garantía y sentido político a la mayoría y, por contrapartida, a las minorías. Mientras la mayoría es siempre fácilmente identificable, las minorías en cambio requieren de criterios explícitos. Por eso las constituciones, y en particular, las leyes electorales, se ocupan de hacerlo. La nuestra también lo hace desde 1923 (Art. 173 y 174, ley No. 35).

Es cuantitativo el criterio para el reconocimiento como partido como lo es por igual para conservarlo. Hay otros elementos accesorios (locales y directivos). ¡No basta decir que se es minoría, hay que demostrarlo!

La hemorragia de partidos no es por causa del procedimiento de reconocimiento –que requiere afinamiento- sino por obra de las alianzas y coaliciones. Los nuevos partidos no suelen ser muchos y generalmente mueren si no prenden.

El problema es que hay “instalados” que sobreviven como parásitos por las alianzas. Por el solo hecho que suscriben un pacto, con frecuencia de simple adhesión.

Logran ridículas votaciones pero se las ingenian para colocar alguna de su gente en las nóminas de los diputados y/o de los ayuntamientos de un partido grande. Forman parte del ramillete sin tener raíz propia.

Los grandes los buscan para el paquete, para vender la idea que cuentan de amplio apoyo. Existen únicamente por los rótulos y la bulla, y los ecos se recogen con increíble generosidad los medios.

El meollo está ahí en la aplicación concreta de los criterios de la ley.

Caer fuera de ese ámbito acusándolos de oportunismo y vagabundería política no ayuda. Todo lo contrario: debilita la sanidad y urgencia de la sincerización legal de los partidos.

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