La democracia ha estado gravitando desde Atenas, diseminada y personificada por varios pensadores, entre ellos Platón, quien estructuró el sistema político democrático. Otro pensador político de Atenas, Clístenes, sirvió de inspiración para los atenienses, inyectando un sabor de esperanza y confianza para una humanidad greciana, la cual poseía el ADN en el núcleo de la sociedad, un ADN de libertad y equidad, aquel deseo inherente de evolución social y seguridad que posee todo ser humano al nacer. Este deseo, propio de nosotros, brota y salta de lo más profundo del ser humano, sin importar épocas, etnias o culturas, así es, esos códigos democráticos están en nosotros, aun si no le llamásemos democracia.
La democracia coexiste con nosotros, se deja sentir en nosotros y su fin último es para nosotros. Así debió y debería ser la democracia allá y ahora. Sin embargo, ha sido diluida en un teatro, con voces ambiguas, por los labios que expresan un soflama para lograr subir peldaños y prebendas que son distantes e incompatibles a ella misma. Usamos constantemente esas diez letras, sin percatarnos de la infinita aplicación en el marco social y en el pueblo común que ella, la democracia, genera; posponemos todas sus verdades de forma intencional y maquiavélica, pero con una apariencia naïf, para ocultar al pueblo dominicano las riquezas y fortalezas que posee la democracia, y de esta forma denigrar a toda una nación, a nuestro pueblo sufrido y moribundo, que en medio de esta anarquía institucional y política seguimos en espera de una escatología preñada de redención social y democrática.
El pueblo se contemporiza, porque no le han permitido acariciar ese don de libertad y equidad, unir voluntades se nos ha hecho muy cuesta arriba y casi imposible. Al mismo tiempo, al liderazgo político se le hace difícil atrapar aquella imagen de la democracia, en la que el pueblo debería estar por encima de los partidos políticos, claro, sin soslayar las estructuras partidistas, que deberían servir para canalizar y proteger las múltiples pluralidades del pensamiento social del dominicano, a fin de crear una articulación que genere institucionalidad, justicia y prosperidad.
¡Un momento! Para que no nos olvidemos, quiero traer a la memoria de cada lector, que por más de 50 años, las estructuras políticas y partidistas de nuestro país no han logrado este fenómeno de vitalidad social. En otras palabras, ¡la democracia está en cuarentena!
Está aislada , irreconocible, ultrajada, tirada en el museo de las retóricas.
Nuestra clase política parece ser víctima de la distancia generacional de aquel sistema nacido en Atenas; claro, nuestra democracia es tan antigua, arcaica y tan remota que requiere un estudio diacrónico para poder contextualizarla y aplicarla en nuestra nación para que funcione de forma transversal.
¿Saben algo? El pueblo dominicano y aun las clases empresariales, estamos cansados de tantos términos para decir una sola cosa, usamos tantas vocales y consonantes para descifrar la democracia. Que si la
democracia es moderna, directa, liberal ,parcial, popular, democristiana y representativa. Como si nuestro problema fuera de términos o de palabras. El problema radica en que hemos puesto la democracia en cuarentena, y no por 40 días, es mucho más complejo, la hemos encerrado por generaciones.
Debemos resaltar que esta democracia ha sido abrazada por los colonizadores, los protestantes, católicos, obreros, empresarios, campesinos, intelectuales, los reformadores, señalando con este gesto social y político que es un sistema funcional pero con limitaciones,debido
a la naturaleza caída del ser humano y a la presencia de hombres incapaces de legislar y gobernar correctamente.
Al transcurrir el tiempo, sin tocar y esperar en las puertas de las fronteras geográficas , la democracia pisa un mosaico étnico llamado Iberoamérica. Se esconde de forma segura en los tuétanos de Simon Bolívar, para luego salir más pura y desde esta plataforma iberoamericana, permear las esferas sociales de forma conceptual; claro, debemos decir que en la praxis la misión fue y ha sido tímida, cobarde y parcial, es que tenemos una Latinoamérica y un Caribe que ha estado luchando con un pasado lleno de divisiones, desconfianza, paradigmas faraónicos y dictatoriales, y aún así, seguimos escarbando en busca de aquel sistema sembrado en Atenas.
¡Aquí estamos! Hoy les invito a que usemos nuestro empirismo, para entender que estamos frente a una democracia en cuarentena; sí, hemos aislado sus verdades, la hemos enfermado, y está encarcelada por las acciones monárquicas que hemos heredado. Hemos ido tan lejos, que nos encerrarnos en nuestras casas para no morir por un virus, para no ser víctima de un inadaptado social o criminal; sin embargo, no tenemos el coraje de liberar la democracia que ha sido manipulada y ultrajada por la mayoría de nuestros líderes políticos, aquella democracia de Atenas, que genera vida, libertad e igualdad.
Simón Bolivar y Juan Pablo Duarte, entendieron y defendieron hasta la muerte aquel sistema político, puro y potable, pero no asimilado por la mayoría del continente americano, debido a la fragmentación étnica, con una identidad precaria y con una miopía de desarrollo colectivo; por esta razón, no nos damos cuenta que desde el ajusticiamiento del tirano Rafael Leonidas Trujillo, la democracia está con mascarillas que no nos permiten ver quién realmente es ella, no hemos podido oler su real fragancia debido a los baños de alcohol efectuados a lo largo de la historia supuestamente para esterilizarla. Tenemos una democracia que la hemos distanciado con una cuarentena fruto de nuestros deseos dictatoriales, en cuarentena porque está inhibida, no produce vida, no genera cambios sustanciales. La democracia está en cuarentena porque la mayoría de los políticos y partidos no promueven su doctrina y mucho menos la practican. La doctrina de libertad e igualdad, donde la igualdad se ejerce en un ambiente de libertad.
¿Qué podemos hacer para sacar la democracia de esta cuarentena?, ¿De esta distancia social e interpersonal?
Primero: Para que esto suceda necesitamos un líder sano, consciente de sus deberes y apegado a su la labor existencial. Un líder que sepa que somos transitorios, pero con la capacidad de dejar un legado eterno. Un líder que deje un símbolo de unidad, prosperidad y democracia, como lo dejó el presidente Tomás Garrigue Masaryk en la mente de su nación, Checoslovaquia.
Segundo: No hay que elaborar una tesis social y complicada, simplemente debemos poner el Estado por encima de los partidos políticos. La Partidocracia, el clientelismo, la entrega de dinero durante las elecciones electorales no deberían ser parte de un político que quiera transformar a la República Dominica.
Tercero: Hacer cumplir las leyes. Los países sanos y prósperos tienen un alto nivel del cumplimento de la ley. El imperio de la ley es lo único que puede garantizar orden y equidad.
Cuarto: Crear una restitución arreglando lo que está dañado y entregárselo a quien le pertenece. Debemos arreglar la dinámica de Estado, Partido y Pueblo. Deberemos retomar los principios de municipalidad expresados por Juan Pablo Duarte, para crear un contrapeso y evitar el exceso de poder que generalmente se atribuye a sí mismo.
Si no hacemos caso a estas propuestas, indudablemente seguiremos en cuarentena, generando pobreza, inseguridad y falta de institucionalidad.
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