La democracia dominicana

La democracia dominicana

La democracia representativa dominicana es fuerte, aunque suele afirmarse lo contrario. Hace tiempo que nuestra  soberanía emana del pueblo, conforme a la doctrina política y forma de gobierno que la nación  trabajosamente ha labrado y adoptado a partir de la decapitación y caída de la dictadura de Trujillo, el 30 de mayo de 1961. El artículo segundo de la Constitución 2010 establece la soberanía popular, la cual, según afirma, “reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes, los cuales ejerce por medio de sus representantes o en forma directa”, en los términos que establecen la propia Carta Magna y las leyes adjetivas.

Hoy, 20 de mayo del 2012, acudimos a las urnas para escoger mediante el voto a un nuevo Presidente de la República, quien  habrá de regirnos hasta el 2016. Esta cita es el culmen de una prolongada evolución histórica, que probablemente empezó el día que nació la República, el 27 de febrero de 1844.

No es la primera vez que votamos; somos, entre otras cosas, una nación políticamente madura a expensas de ejercer el sufragio universal. Catorce veces a las urnas, en medio siglo, para elegir  gobernantes, concomitante a elecciones congresuales y municipales separadas, confieren el perfil de una nación fuerte, que ama la paz, la justicia y el progreso.

Hemos avanzado espiritualmente porque nuestra democracia es cristiana, expresión de la cruz y la biblia que engalanan la bandera tricolor.

Hoy no hay espacio para el pesimismo; seguiremos construyendo la nación, tal y como consagra el preámbulo de nuestra Carta Magna: “…estimulados por el trabajo abnegado de nuestros hombres y mujeres; regidos por los valores supremos  y los principios fundamentales de la dignidad humana, la libertad, la igualdad, el imperio de la ley, la justicia, la solidaridad…”.

Votemos con alegría, por la dignidad nacional.

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