La democracia imperfecta

La democracia imperfecta

Los últimos acontecimientos políticos ocurridos en algunos países de América Latina y otras partes del mundo reafirman nuestra convicción de que la precaria democracia a nivel continental corre grave peligro, pues está profundamente herida.

En realidad, en el caso particular de nuestros países latinoamericanos, nunca sus pueblos han disfrutado de una verdadera democracia, porque son muchos los intereses políticos y económicos que conspiran para neutralizar a gobernantes que desearían hacer algunos cambios, aunque no sean muy profundos.

El Paraguay, por ejemplo, donde el Parlamento destituyó al presidente Fernando Lugo, no es más que el resultado de la posición de ultraderecha de una oligarquía terrateniente que no admite cambios. Ese sector de la sociedad paraguaya ahora utiliza sus propias fuerzas de choque para cometer barbaridades y luego achacárselas al gobierno constitucional ahora derrocado.

En el caso de Bolivia, por un  reclamo de aumentos de salarios, una guarnición de la Policía se subleva y, después de haber firmado un documento en que aceptaba mejorías en los sueldos, echa para atrás y se mantiene sublevada. El presidente Evo Morales ha vinculado esa actitud con planes para derrocarlo.

Una situación parecida ocurrió en Ecuador, donde el presidente Rafael Correa por poco pierde el puesto, de no haber sido por la firmeza con que actuó. Pero las presiones contra Correa continúan desde diversos frentes, con serio peligro para la democracia ecuatoriana.

En nuestro país, donde impera una democracia coja, desde tiempo inmemorial el sistema político ha estado amenazado. Las dictaduras de Báez, Lilís, Trujillo y luego los regímenes de facto derivados de golpes de Estado, impidieron el avance democrático, cuyo mayores ejemplos fueron los efímeros gobiernos de Francisco Ulises Espaillat y Juan Bosch.

La confusión reinante al momento de descabezar las dictaduras, junto a la falta de líderes importantes, impidió los verdaderos cambios en las arcaicas estructuras económicas del país, pues todo se diluyó en estériles luchas intestinas,  por la confrontación de intereses.

Supongamos que el presidente electo Danilo Medina se empeñe en cumplir con sus promesas de campaña, “hacer lo que nunca se ha hecho”, uno se pregunta ¿qué sucedería si realmente toca a profundidad tantos intereses creados que existen? ¿Enfrentará a sus propios compañeros acusados de corrupción, sometiéndolos a la Justicia?

En ese caso, ¿cuál sería la actitud del Congreso que controla su propio Partido?

A Dios que nos proteja, porque hasta pensar en similitudes es horroroso.

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