La democracia interna cuestionada

<p>La democracia interna cuestionada</p>

LEANDRO GUZMAN
Una de las características de los partidos políticos democráticos a la hora de tomar decisiones es su democracia interna. Solamente en los partidos donde impera el caudillismo o la voluntad de una sola persona, no existe la democracia interna.

En nuestro país, tras el ajusticiamiento del tirano Trujillo en 1961, las organizaciones políticas, mal que bien, han practicado la democracia interna, aunque muchos de ellos se han dividido precisamente cuando deja de funcionar esa forma de tomar las decisiones. El caso más patético es el de la izquierda revolucionaria, que se ha atomizado justamente por el imperio de un caudillismo trasnochado, que dio lugar a una fragmentación que difícilmente será superada en un futuro inmediato.

Hace varios meses escribimos sobre la crisis interna que hoy afecta al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), actualmente dividido en dos facciones que se disputan la nominación presidencial para las elecciones previstas para el año 2008. Entonces nos referimos a la violenta confrontación que hubo entre perredeístas en una Convención celebrada en el antiguo hotel Concorde, que no terminó en una verdadera tragedia porque en ella estaba el líder indiscutible del PRD, doctor José Francisco Peña Gómez. Pero hoy Peña Gómez no está -afirmábamos- y tampoco existe alguien con las condiciones suyas como para evitar otra nueva confrontación dentro de las tendencias que aspiran a dirigir los destinos del país a partir del 16 de agosto del 2008. Es una pena que todo esto suceda”.

Los dos bandos perredeístas que tienen ideas diferentes sobre la fecha de su Convención, por no practicar la democracia interna, corren el riesgo de la división definitiva. Uno de esos bandos quiere imponer a rajatablas una fecha determinada, a lo cual se opone el otro al entender que es una decisión precipitada. El aspirante Miguel Vargas Maldonado apenas cede, mientras la doctara Milagros Ortiz Bosch apela a los medios de comunicación y a la Junta Central Electoral (JCE) para que intervenga en el caso.

Cualquiera diría que es imposible que un partido que ha dado muestras de una solidez extraordinaria se divida tan fácilmente. Los que así razonan parece que olvidan que el PRD se dividió varias veces: primero, con la fundación del llamado Partido Revolucionario Dominicano Auténtico (PRDA), con Nicolás Silfa a la cabeza durante el primer período presidencial del doctor Joaquín Balaguer. Otra división se produjo cuando Juan Bosch, líder histórico del PRD, lo abandonó para formar el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), hoy en el Gobierno. Un poco más tarde, por las querellas entre el doctor Salvador Jorge Blanco y el licenciado Jacobo Majluta, hubo otro desprendimiento al formarse el Partido Revolucionario Independiente (PRI). No vamos a mencionar el surgimiento del Bloque Institucional Socialdemócrata (BIS) porque evidentemente se trató de una maniobra del doctor José Francisco Peña Gómez como un muro de contención para frenar cualquier división en el PRD. Hoy día, el BIS se ha convertido en un instrumento del Gobierno, con José Francisco Peña Guaba a la cabeza.

La crisis interna no afecta solamente al PRD, sino también al Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), dividido entre aquellos que apoyan al Gobierno del PLD (la llamada Comisión Presidencial) y los que dicen que mantienen una oposición “firme y militante”, con Quique Antún y Víctor Gómez Casanova como principales voceros.

El PLD, al parecer, va por el mismo camino. La renuncia de su estratega Danilo Medina para buscar la nominación presidencial, a lo cual tiene derecho, precipitó la decisión del presidente Leonel Fernández de tratar de reelegirse, algo a lo cual también tiene derecho, pues la Constitución no se lo impide. Falta por ver si a la hora de su Convención el PLD practicará la democracia interna para evitar su división. Hay que reconocer, sin embargo, que independientemente de los resultados de esa Contención, es más remota la posibilidad de “un choque de trenes” que puede afectar el proceso democrático.

Es una pena que esto ocurra al interior de los partidos políticos, pues esto erosiona una democracia que ha costado tanta lucha y tanta sangre en el último medio siglo. Pero lo más peligroso sería el descrédito de los partidos políticos establecidos, creándose las condiciones para la búsqueda de algo desconocido que pudiera, para aquellos que han estudiado la Historia, dar lugar a que se repita lo que ocurrió en 1930, cuando al buscarse un Mesías que nos salvara de desorden, lo que conseguimos fue un dragón de siete cabezas, que durante 31 años lanzó tanto fuego por su boca que arrasó con la disidencia y la libertad.

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