La democracia y el voto

La democracia y el voto

Los argumentos, adornados, profundos, certeros, si son veraces, sin terceras intenciones, son válidos para el análisis, la discusión, para encaminar la búsqueda de una aceptable para las partes.

La intolerancia y las ambiciones desmedidas, extemporáneas, conducen a pésimas decisiones. Lo importante, no es correr, lo importante es llegar a la meta y lograr el triunfo.

El triunfo, qué palabra que encierra un camino arduo, difícil, empinado, tan profundo como una sima de falla tectónica. El triunfo debe ser fruto de un trabajo constante, respetuoso de los derechos ajenos, de estudio sin pausas, de conocimientos superiores a los de los demás.

El triunfo, en lo económico, puede ser fruto de la suerte, del albur, de un número que se juega en la lotería del gordo de Madrid o en un acumulado de cientos de millones de dólares de los Estados Unidos o puede que del azar del descubrimiento de una mina, del hallazgo de una fórmula capaz de servir para la producción de medicamentos que contribuyan a resolver insolubles problemas graves de salud.

Pero el triunfo de verdad, el que cuesta sudor, lágrimas, esfuerzos extraordinarios, dedicación, compartir experiencias, estudiar el terreno, las fuerzas, la calidad de los acompañantes, el poder del manejo de las convicciones, la actitud que se coloca por encima de las malquerencias, de las menudencias, que se yergue ante las adversidades, que sirve de acicate para continuar, ese triunfo de verdad sólo se logra con propósitos claros, actitudes nobles, conocimiento de nuestras propias fuerzas.

En política, el azar juega un papel muy tímido, el ejercicio de la búsqueda del poder es una labor de tesón, conocimiento, visión clara, manejo de una perspectiva que permita descartar el oropel, la adulación, las opiniones compradas con dinero o con promesas anticipadas a cuatro o cinco personas para el mismo puesto.

El envanecimiento, prestar oídos a las expresiones de áulicos cuyo oculto propósito es lucrarse, de uno y otro modo, de glorias ajenas, existentes o no, que permiten vivir un sueño muy lejos de la realidad.

Algunos olvidan que amigo es quien les dice las cosas que no quieren escuchar, aunque los aduladores, los chupamedias, sostengan lo contrario.

En política la ceguera es fatal, se agudiza el sentido de la audición y los creadores de fantasías aprovechan para colocar un comentario malsano aquí y un mucho de veneno allá, sin que les importe conducir al abismo al objeto de sus consejos no solicitados. La dicotomía está presente en todo momento, escoger el camino bueno es un arte que pocos manejan con decencia, con respeto por los demás.

La práctica democrática siempre aconseja el ejercicio y respeto del voto universal como un modo de lograr resultados armoniosos y aceptables.

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