La democracia

La democracia

La situación dentro del Partido Revolucionario Dominicano se repite como comedia y se repite como tragedia.

Hay una larga tradición de intolerancia e imposiciones que en nada beneficiaron al partido en su oportunidad y tampoco conducirán al partido por buen camino.

Ese invento de un nuevo PRD es una forma de exclusión inaceptable.

Nadie puede erigirse en dueño del PRD como si fuera una empresa privada que se ha recibido como herencia, mediante el asalto o pretendiendo corromper mediante camionadas de dinero.

Ojo con quienes trabajan para distorsionar el rumbo de la organización para su provecho, no para el bienestar del pueblo.

Si su plan es bueno ¿porqué se valen de  forzar, amenazar, imponer, corromper, irrespetar derechos adquiridos, comprar voluntades, peligrosas demostraciones de irrespeto a los demás y de actitudes que en nada favorecen la convivencia?

Esas prácticas sólo contribuyen a dañar, a disgustar, a dividir, a separar, a marginar.

El único modo de que un partido político cumpla su función en la democracia, es cuando se respeta la voluntad de la mayoría expresada en forma libre en comicios internos.

Los únicos frenos para los derechos de cada uno deben ser: el respeto a las leyes, el respeto a los principios morales y el respeto a las buenas costumbres

Cuando se violentan reglas tan elementales, tan básicas, tan conocidas como las enumeradas anteriormente, andamos mal.

La democracia, no debemos cansarnos de repetirlo, se basa en el poder que nace en la decisión voluntaria de la mayoría, sin irrespetar la minoría.

La determinación de la mayoría siempre debe ser decidida por el voto emitido individual, libre y voluntariamente por cada miembro de la nación, del grupo, del partido.

El intento de colocarse por encima de los demás siempre es dañino cuando se pretende aplastar con  palabras, con cohecho, con amenazas.

Quienes actúan así, dividen, no suman, niegan la posibilidad de consenso.

Si se actúa como un elefante en una estrecha vidriería no se puede pretender cosechar aplausos cuando se rompen los cristales debido a actitudes fuera de lugar.

El irrespeto a la ley fundamental de la democracia: un hombre, una mujer, un voto, es una demostración de desconocimiento de la voluntad popular que habla muy mal de quienes quieren imponer la suya.

Llamar a candidatos o precandidatos e intentar forzarlos a renunciar a sus aspiraciones, mediante la intimidación u ofertas inaceptables, no son una práctica política conveniente.

Los grupos, dentro de los partidos políticos, no deben tener ni mucho menos actuar con táctica y prácticas mafiosas.

A quienes les quede el flux, que se lo ponga. Sin hacer bembitas.

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