En plena Era, un maestro de Bonao se atrevió a denunciar a Petán Trujillo
Sin asombros extemporáneos, sin sorpresas ya, porque el ambiente dice suficiente como para no tenerlas, escuchábamos el testimonio del mayor del Ejército Raúl Alejandro Girón Jiménez ante el tribunal que acoge sus alegatos en defensa de las acusaciones que lo engloban en el Caso Coral.
Mientras oíamos a aquel hombre desenfadado, que desplegaba intimidades sobre la creatividad a que han llegado los procesos de enriquecimiento ilícito en el país, pensamos que más de uno mirará hacia atrás, hacia la Era de Trujillo, porque allí todo era de él y nadie podía robar más que él. ¡Ni su familia!
Así se infiere en el registro encriptado de la prensa de la época, que Petán Trujillo, en su Ducado de Bonao se atrevió a imprimir una especie de emisión monetaria y que el funcionario con más alta jerarquía de la comarca en el sistema educativo, con asiento en la comarca, se atrevió a hacérselo saber al Jefe.
Preocupado, el maestro, por lo que aquello podría significar en la afirmación del valor de una moneda propia en el país después de tantos años de sometimiento a las humillantes limitaciones del dólar circulante desde principios del siglo vigente.
Vale la pena recordar, que en ese tiempo lo que es la República Dominicana de hoy se construía con la simiente de un magisterio público al que nunca se le han dado los méritos que conllevaron sus esfuerzos y sacrificios; que en cada pueblo había un maestro, o maestra, o más de uno en muchos casos, que eran los referentes, y ese maestro actuó entonces asumiendo ese papel con que transitaba honorablemente por los pueblos, cargado de familia y de necesidades crecientes.
Cuando Petán Trujillo vio en el Foro Público una señal críptica de su hazaña cléptica, se metió, raudo y veloz en el último refugio posible: la casa de la Excelsa Matrona, la de Mamá Julia, la cual estimaba no solo que Trujillo nunca sería capaz de mancillar, sino además y sobre todo que era el único espacio para la negociación ineludible con el paso implacable de los tiempos; pero sabía, además, que cada noche su hermano pasaría por allí a saludar con ternura a su adorada madre, oportunidad en la cual, lo aconsejable, lo prudente, lo ineludible, era no más, no menos, meterse debajo de su cama, por el rato, que no era largo.
Así pasó algún tiempo, interminable para Petán por supuesto, pero pasó y se supo que pasó cuando el mismo Foro Público, sembrador de toda serie de temores y chantajes, comenzó a recoger episodios del comportamiento incontrolable del inspector de escuelas frente a las docentes y otras subalternas, práctica entonces conocida hasta en el más señero de los ministros del ramo de la Era, quien dejó huellas vivientes, nunca reconocidas, a su paso por otras dependencias, incluso fronterizas.
Hoy, lo hemos logrado, todos tenemos derecho a hacer privado lo que es público, como lo hizo el ya inmortalizado militar; aunque hay todavía algunos, no pocos, que se abstienen de ejercer ese derecho.