La denuncia de Frank Rodríguez

La denuncia de Frank Rodríguez

UBI RIVAS
El ingeniero Frank Rodríguez, director del INDRHI, formuló una denuncia grave que insertó Diario Libre del 23 de diciembre último, mediante la cual especifica en relación al desamparo ancestral que padecen nuestros agricultores pequeños. Frank Rodríguez, un veterano en las lides agropecuarias, entrenado por los israelíes en la etapa memorable de Efraín Keisari y el embajador Johanan Bein, imposible de olvidarlos quien escribe, conocedor personal del premier Ariel Sharón, puntualizó que el promedio de vida de nuestros agricultores es de entre 50-55 años.

Es una denuncia, por demás cierta, que aterra, cuando apreciamos que la tecnología médica domina una infinidad de dolencias que alargan la vida de un ser humano, las vitaminas desempeñando un rol preponderante, a lo que se añade el confort y la cirugía cosmética.

Frank Rodríguez, que entre muchos de sus logros recuerdo el seminario para periodistas que promovió cuando se desempeñó como director del IAD, instituyendo además el CECARA, inolvidable, denunció en una oportunidad también imposible de olvidar, que Hipólito Mejía era un aguaje, y que se le señala como un superministro de Agricultura (1978-82), porque el presidente Antonio Guzmán le prodigó recursos abundosos, lo que es una verdad a medias.

Verdad a medias porque Hipólito estructuró y creó 40 proyectos agropecuarios, la mayoría de los cuales pereció luego porque sus sucesores no le asignaron el rol de continuidad del Estado, pero que demostró la capacidad inventiva, creadora de Hipólito, referencia alta por la cual nos entusiasmamos algunos de los que nos creímos sus amigos para catapultarlo al poder, que devino como todos conocemos en un fiasco colosal.

Denuncia Frank Rodríguez que esa situación de acortamiento rápido en la vida útil de nuestros taumaturgos de la producción de alimentos, induce a sus descendientes a no entusiasmarse por las actividades de sus progenitores y, en consecuencia, o emigran a los cinturones de miserias de las barriadas urbanas, muchos de ellos derivando a delincuentes, o se aventuran en las temibles aguas del canal de La Mona intentando ganar las costas de Mayagüez en procura de una oportunidad que su terruño les niega.

Esa pequeña gran denuncia es catastrófica, entraña un drama terrible y decisorio, porque apunta a la liquidación de nuestra estructura productiva agropecuaria, que ha debido de ser la preocupación cardinal de todos nuestros gobiernos post-Trujillo, y en realidad no lo ha sido nunca en ninguno.

Podría aducirse que la excepción sería el doctor Joaquín Balaguer cuando inició un agresivo programa de asentamientos campesinos, poniendo de por medio las bayonetas de los soldados de la patria en aquel memorable 30 de marzo de 1972 en Santiago de los Caballeros, pero que en realidad lo que resultó fue la desarticulación de grandes unidades eficientemente productivas, la insertación de buscones y medradores a través de los caciques políticos para empadronarlos en las reparticiones de tierras, y también la construcción de multifamiliares en las ciudades que fueron ocupados por campesinos sin cultura de condominios ni estilos pueblistas. La reelección signó todo eso.

Todos los gobiernos, pero el empresariado también, es culpable del filo de la denuncia de Frank Rodríguez, un profesional en esas lides como pocos, porque no se ha viabilizado un proceso de reforma agraria como en Japón, Taiwán o Israel, que Frank conoce al dedillo los tres modelos óptimos de un proceso de asentamientos campesinos, a lo que se añade indefensión crediticia, y si la hay, imposible por sobre un 40%, ausencia de mercadeo seguro, de seguros agrícolas, todo lo cual, envuelto en un macuto, determina la correcta denuncia de Frank Rodríguez. Pero estamos a tiempo.

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