La depresión del pensionado

La depresión del pensionado

¿Cuántas personas se preparan para su jubilación? ¿Quiénes modifican o hacen cambios en su vida después de una pensión? ¿Quiénes se adaptan y quienes se enferman? Me cuenta un paciente: “la vida de un pensionado sólo la conoce él, que es quien la vive”. Para empezar, las pensiones de las mayorías de los trabajadores, es insuficiente y no da para cubrir la canasta familiar, los medicamentos, para pagar los servicios básicos y, ni hablar de la recreación, ahorro, viajes, calidad y calidez de vida. Peor aún, cientos de trabajadores durante sus años productivos no pudieron ahorrar para vivir dignamente: tener una casa, contar con activos o ahorros para su vejez, hacer frente a los problemas psicosociales y de salud en el presente y para el futuro. La vida se le fue en sobrevivir, pagar servicio, mala calidad de vida y mucho estrés. Al llegar la pensión todo ha cambiado: las enfermedades, las limitaciones de todo tipo, mucho tiempo libre, pobre sentido de utilidad, desesperanza aprendida, etc. Algunas personas logran acumular o ahorrar activos, seguro médico, alcanzar calidad de vida después de años y décadas de trabajo, se mantienen integrados a nivel socio-familiar, cosa que le facilita una mejor salud mental. Sin embargo, no todos terminan con la familia integrada, la vida en pareja, los amigos de siempre, las actividades socio-culturales que le permita el gozo, la relajación, el disfrute y la armonía en plena jubilación. Es decir, algunos confrontan la viudez, las pérdidas de los amigos, la distancia de los hijos, el desafecto, la soledad, la insolidaridad, la incomunicación, el distanciamiento, la falta de apoyo para su salud, su diversión, visitas, caricias, en fin, atención y calor humano. Al llegar la jubilación, muchos se preguntan: ¿y ahora qué? ¿Qué hacer con el tiempo? ¿Cómo administrar las horas? ¿De qué me puedo ocupar? Con esa jubilación aparecen los cambios de la menopausia y la andropausia, las mañas, los hábitos endurecidos, y la inflexibilidad para los cambios. Para otros, la realidad sigue estresante: los hijos siguen dependiente, le gastan sus ahorros, le generan conflictos, estrés y le ocupan su tiempo y le administran sus vidas. La verdad, de las verdades es que pocas personas planifican y se preparan para la jubilación en lo económico, lo emocional, lo afectivo, lo social, la salud, la espiritualidad, la utilidad y vida digna.
La jubilación hay que organizarla durante los años en que se trabaja; se vive el presente, se piensa en presente, pero se planifica de forma integral su adultez para el futuro con las cuatros C: continuidad, constancia, coherencia y consistencia. A demás, se debe reflexionar para valorar el riesgo biológico: ¿Dé qué mueren abuelos y padres? ¿De qué sufre en la actualidad? para modificar los hábitos riesgosos y aumentar los factores protectores como: hacer ejercicios, tener tertulias, leer, ir a cines, teatros, visitar amigos, buscar familiares, construir nuevas relaciones, trabajar medio tiempo, asumir una actitud altruista, tener sexo, amor, hacer lo que le gusta, practicar el auto-cuidado, cumplir las visitas a los médicos, distanciarse de personas tóxicas, lugares tóxicos y espacio de conflictos.
Cuando llega la jubilación y no hay nada programado, las personas empiezan por estresarse, sufrir de insomnio, dolores, soledad, desmotivación, aburrimiento, irritabilidad, nostalgia, sentimientos de culpa, etc., llegando a sufrir la depresión del jubilado. Es cierto que en esas edades aumentan los problemas de la salud mental y físico; pero también, los maltratos financieros, institucionales, familiares, sociales y psico-emocionales.
La depresión es la primera causa de la mala calidad de vida y sufrimientos y melancolía en la adultez y la vejez. Pero hay una buena noticia, usted puede organizar, planificar su jubilación, o cómo quiere ser recordado, o qué hacer con su vida, sus años, sus experiencias para estructurar una vida más armónica, más feliz y más próspera después de una jubilación, no permita quedar atrapado en la angustia, la soledad y la depresión, después de una pensión.

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