La depresión y lo social

La depresión y lo social

Doctor Silié: “esa soy yo”, el saludo que nos da una paciente que llega a consultarnos con motivo del  artículo que habíamos publicado sobre la depresión (24 de agosto).  Ella se “señalaba” mostrándonos la gráfica de nuestro dibujante Wilson Morfe, todo lo mencionado coincidía con su sintomatología.  A la pegunta inicial, de por qué no visitaba directamente al psiquiatra, nos dijo: “mi esposo no me lo permite”. El viernes 10 celebraremos el “Día Mundial de la Salud Mental”, consideren éste nuestro aporte a dicha celebración.

Desde el inicio de nuestra entrevista, y al elaborar la más importante pieza diagnóstica, la historia clínica, pudimos apreciar que factores familiares y del trabajo, cada uno por sí sólo, era más que suficiente para desencadenar ese estado de melancolía. Lo señaló Honorio Delgado en 1963: “La melancolía tiene como síntoma principal la depresión vital, que es experimentada en el cuerpo… esto último, los síntomas físicos, suelen ser síntomas premonitorios, y  su  atenuación, el primer inicio de mejoría”. Esta aseveración sigue teniendo vigencia, si vemos la constelación de síntomas posibles que pueden enmascarar una depresión: cefaleas, nucalgias, algias faciales, dolores migratorios, desinterés, insomnio, ansiedad, auto reproche,  etc.

Notará el amable lector que la sintomatología es compleja, pero no significa necesariamente que el que usted tenga un dolor de espalda sea sinónimo de que usted está deprimido, no, jamás, lo que importa es que se investigue adecuadamente y se establezca la relación con otras manifestaciones. Acción médica detectivesca, que  permitirá detectar a tiempo el estado depresivo como el de esta señora que mencionamos, quien presentaba la constelación de síntomas de gran cansancio, olvidos episódicos, desinterés, tristezas, apatía, ineficiencias, inapetencias, poca comunicación, permanente mal humor; ella misma no se resistía, imagínese  los demás.

Ella nos refirió también de episodios de llanto espontáneo. La ejecución de las tareas que implicaban  acciones  cognoscitivas le requerían gran esfuerzo, tenía numerosos planes propuestos de estudio y trabajo, descansando en la mesa de proyecciones, pero no iniciaba ninguno de ellos; no tenía a su modo de ver la “energía” para implementar lo que antes era una acción activa en su cotidianidad. Es de gran importancia el llanto espontáneo, el que el paciente lo acepte es de por si un gran avance, pues generalmente son los familiares o los cercanos en el trabajo, que notan esos signos tempranos de tristeza, llantos, ojeras, cansancios, “desconexiones” frecuentes, apatías, rabietas y mal humor.

Pero no aceptan, o tal vez no asocian estos estados lábiles, con la enfermedad depresiva, que en la modernidad de hoy  es muy común y acompaña a numerosas manifestaciones clínicas, que en ocasiones pasan desapercibidas no sólo al paciente y familiares, sino por igual al médico que no piense en depresión con estos síntomas. En el caso particular que comentamos, el detonante de buscar ayuda fue su apatía sexual, ya no encontraba  excusas para justificarse frente a su marido en su negación a los requiebros propios de toda pareja normal. El marido es quien le aconseja que busque la ayuda pero no con el psiquiatra, pues “ella no estaba loca”, nada más divorciado de la realidad, pues son los psiquiatras, los profesionales con el entrenamiento y la capacidad de adentrarse en los vericuetos de la conducta humana, hasta llegar a cuáles son las razones de estos estados de melancolía; los neurólogos nos limitamos a descartar la organicidad.

Es penoso que esta sufrida dama no tuviera la libertad de elegir su médico, pues  la más de las veces son esos matrimonios insatisfechos y autoritarios los que provocan en la mujer o en el hombre estos estados de ansiedad y desgano, llegando hasta el hundimiento. En el caso de él, ella le exigía metas materiales inalcanzables. Son numerosas las formas “mutuas” de violencia  intrafamiliar, creemos que aparte de la genética, los abusos y las “desconsideraciones” bilaterales,  hacen propensas las apatías, las distimias, y  la muy temida y peligrosa depresión.

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