La derecha antibélica ya está avanzando

La derecha antibélica ya está avanzando

POR DAVID D. KIRKPATRICK
NUEVA YORK
– Alrededor de las 8 de la noche del miércoles, un estado de ánimo sombrío se estaba asentando sobre la decena de líderes conservadores reunidos con martinis y copas de vino tinto en una oficina en Arlington, Virginia, para observar los resultados. Los primeros sondeos a salida de urnas mostraban al Presidente George W. Bush en segundo puesto, y Richard Viguerie, decano del correo directo conservdor, pensó que sabía a quién se debía culpar: a los neoconservadores, el grupo asociado con formular el argumento en favor de la invasión de Irak.

«Si pierde, van a tener una diana en la espalda», dijo Viguerie.

Ronald Godwin, destacado colaborador del reverendo Jerry Falwell, estuvo de acuerdo. «Veo una verdadera batalla por el Partido Republicano a partir del 3 de noviembre», dijo.

La euforia por el triunfo de Bush pospuso la batalla, pero no por mucho tiempo. Ahora que Bush ha asegurado la reelección, algunos conservadores que dicen que reprimieron sus declaraciones durante la temporada de campaña se están expresando contra los neoconservadores, contra la guerra y en favor de una salida rápida.

Argumentan que la guerra es una carga política para el Partido Republicano, pero también que va en contra del desdén de los conservadores tradicionales hacia las intervenciones altruistas para hacer a lugares distantes del mundo seguros para la democracia estilo estadounidense. Su creciente franqueza recuerda la dinámica de la política estadounidense antes de Vietnam, cuando los demócratas fueron identificados como pacifistas y los republicanos como belicosos, sugiriendo a algunos las complicadas presiones políticas que enfrenta la política exterior del segundo mandato de Bush.

«Evidentemente, la guerra en Irak fue un lastre para los votos, y está amenazando a la coalición de Bush», dijo Grover Norquist, presidente de Americanos por la Reforma Fiscal y estratega cercano al gobierno que no había hablado abiertamente sobre los costos políticos de la guerra antes. Sostuvo que la guerra redujo la mayoría de Bush en 6 puntos porcentuales a 51 por ciento de los votos.

Bush ahora tiene dos años para «resolver Irak» para proteger a los candidatos republicanos en las elecciones complementarias, dijo. Sus sugerencias: retirar tropas estadounidenses a ciudadelas seguras dentro de Irak o «entregando Fallujah a los iraquíes y decir »es su dolor de cabeza»».

El jueves, Paul Weyrich, fundador de la Fundación Heritage y presidente de la Fundación Congreso Libre, hizo un llamado a los conservadores para un debate serio sobre la política exterior del gobierno. «Las consecuencias de la aventura de los neoconservadores en Irak son ahora demasiado claras», dijo. «Estados Unidos está hundido en una guerra de guerrillas sin fin a la vista. Nuestras fuerzas armadas están demasiado presionadas para responder a otras amenazas. Y nuestros enemigos reales, organizaciones no estatales como Al Qaeda, se están beneficiando de la reacción árabe e islámica contra nuestra ocupación de un país islámico».

Los proponentes de la guerra, sin embargo, argumentaron que Bush no habría ganado la reelección sin ella porque los estadounidenses no quisieron cambiar al comandante en jefe. «Las decisiones de política exterior de Bush parecen haber sido exactamente la razón de que obtuviera esta enorme victoria», dijo el neoconservador David Frum, ex redactor de discursos de Bush y miembro del Instituto Empresarial Americano. Argumentó que los candidatos que se opusieron a la guerra -el ex gobernador Howard Dean más que todos, y el senador John Kerry en menor grado- sufrieron las mayores pérdidas.

Si los demócratas han silenciado algunas de sus quejas más clamorosas sobre la guerra, sin embargo, algunos en la derecha dijeron que estaban subiendo el volumen a sus propias objeciones previamente acalladas.

«Muchos de los conservadores antibélicos tuvieron que reprimir sus declaraciones durante la campaña porque el objetivo No. 1 era que Bush fuera reelegido», dijo Stephen Moore, miembro del Instituto Cato e importante recaudador de fondos conservador.

Incluso en vísperas de la elección, William F. Buckley Jr., fundador de National Review, se acercó decorosamente a la oposición abierta a la guerra. «¿En Guerra con Qué o Quién?» fue el titular de su columna del 19 de octubre.

Hace unos meses, Donald Devine, vicepresidente de la Unión Conservadora Americana, se disculpó públicamente ante Bush después de que se informó que en disgusto por la guerra no había aplaudido en un discurso presidencial. Pero en una columna poco antes de la elección, Devine escribió que los conservadores votarían por Bush precisamente porque era probable que se retirara de Irak más pronto de lo que lo haría Kerry.

Argumentando que el presidente había dejado caer indicios como una declaración de que la que rápidamente se retractó en una entrevista televisiva sobre la imposibilidad de ganar una guerra contra el terrorismo, Devine arguyó que «la repetición enloquecida que hace el presidente de consignas» sobre la guerra era la «única táctica políticamente posible para un candidato que ya ha tomado la decisión de partir en el momento razonable más inmediato». Añadió: «Los neoconservadores se sentirán devastados».

Pero Trent Duffy, portavoz de la Casa Blanca, restó importancia a esas teorías, señalando la declaración del presidente en su conferencia de prensa post-electoral de que las tropas permanecerían en Irak el tiempo necesario: «Nuestros comandantes tendrán lo que necesitan para completar sus misiones», dijo el presidente.

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