La derecha patalea

La derecha patalea

Cuando George W. Bush salió de la Presidencia en enero de 2009 con bajísima popularidad por la guerra en Irak y la crisis financiera, era difícil imaginar que en menos de dos años el Partido Republicano encontraría una brecha para movilizar sus bases.

Sólo hay que pensar que en República Dominicana el PRD no ha logrado despegar electoralmente después de la hecatombe económica de 2003-2004.

Para entender el resurgimiento de la derecha en Estados Unidos en tan corto tiempo hay que considerar la dinámica del movimiento conservador en general durante los últimos 50 años.

Desde la década de 1960, el conservadurismo norteamericano se ha estructurado en torno a tres grandes temáticas ideológicas: el radicalismo económico liberal (conocido ahora como neoliberalismo), la defensa militar y expansión del imperio, y los temas culturales enmarcados en el fundamentalismo religioso como las restricciones al aborto.

La fortaleza electoral de la derecha se afirmó a partir del triunfo de Ronald Reagan en 1980. Estados Unidos arrastraba dos décadas de movilización por la expansión de derechos de los negros y las mujeres, y la oposición a la guerra de Vietnam. Además, una recesión económica en los años 70.

Para cerrar el ciclo de movilizaciones y malestar económico, la derecha articuló una propuesta política que consistía en proclamar la liberación del mercado de la regulación estatal, bajar los impuestos, recortar los programas sociales y combatir el comunismo a nivel internacional.

Reagan fue el artífice de este proceso. Durante sus presidencias se produjo la liberación de los mercados, y en 1989, le tocó a George H. W. Bush, su recién inaugurado sucesor, presenciar la caída del Muro de Berlín.

Enfocados en la economía y la expansión imperial, ni Reagan ni Bush abordaron los temas culturales del conservadurismo religioso en la magnitud que deseaban los votantes tradicionalistas.

Aunque muchos apoyaron a Reagan, le dieron la espalda a Bush en las elecciones de 1992.

Esto, unido al surgimiento de un movimiento conservador económico-nacionalista con Ross Perot, dividió el voto republicano y facilitó el triunfo de Bill Clinton ese año.

Clinton logró mantenerse en el poder dos períodos, en parte, por las divisiones de la derecha republicana entre globalistas y nacionalistas, fundamentalistas religiosos y secularistas.

Cuando George W. Bush llegó a la Presidencia en enero de 2001 en medio de la disputa electoral por la Florida, su poder era débil. Pero los ataques del 11 de septiembre le dieron la posibilidad de reestructurar su mandato con amplia legitimidad.

Logró la aprobación en el Congreso para dos guerras y una reducción impositiva general. Ambas medidas contribuyeron a aumentar el déficit fiscal.

En las elecciones de 2008, los republicanos pagaron el costo de la crisis financiera que explotó ese año. Perdieron las elecciones y parecían destinados al ostracismo político por algún tiempo.

Pero no, rápidamente comenzaron a patalear, y adoptaron un viejo tema para enfrentar el gobierno demócrata de Barack Obama: culpar al Estado gastador y regulador de los problemas. El movimiento de reanimación política ha sido el Tea Party (Tea significa tax enough already, basta ya de impuestos).

En las recién concluidas primarias, el Tea Party aportó activistas, votantes y entusiasmo a un Partido Republicano cansado y desprestigiado. Su plataforma enfatiza la necesidad de un Estado pequeño con bajos impuestos y pocos gastos, pero actualmente abrazan también otras causas conservadoras como el nativismo contra los inmigrantes.

No es posible saber ahora si el Tea Party será electoralmente beneficioso para el Partido Republicano el próximo noviembre.

Lo que sí ha logrado es revivir el conservadurismo como ideología política, que hace menos de dos años parecía totalmente desacreditado.

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