La economía mundial vive tiempos difíciles e inciertos con débiles previsiones de crecimiento, alrededor de 3% para este año y 2019. Un resultado inmediato es la caída del petróleo, lo deprime la debilidad de la demanda combinado con empuje de la oferta. El desequilibrio entre oferta y demanda del crudo se prolongará para 2019, así lo quiere Trump, por lo que se mantendrán sobreoferta y precios bajos.
No convencen los números de China, junto al sube y baja brusco de precios de los activos en los mercados financieros mundiales, representan en este momento las mayores incertidumbres para la economía global. Aunque el PIB chino creció un 6.8% en el primer semestre del año, superando la previsión de 6.5% de 2018, implica desaceleración comparando con experiencias pasadas y con la expansión esperada por la comunidad internacional.
Algunas agencias calificadoras analizan el diferencial de crecimiento junto al explosivo endeudamiento público y privado-estiman la deuda china supera 250% del PIB-para concluir que son riesgos de recesión global. Mi opinión es que dejan de serlo si la economía china crece mucho más del 6.5% anual que prevé hasta 2020, porque es la locomotora de otras economías como las exportadores de materias primas.
El problema que enfrenta es cómo avanzar y alcanzar esa elevada tasa de crecimiento, no puede ser con el modelo basado en competitividad exterior con mano de obra muy barata. China no tiene otra alternativa que competir por los recursos humanos pagando salarios de mercado, y ahí es donde se le tuerce el rabo a la puerca.
Debe transformarse totalmente, pasar de una industria que no compite a los servicios, de la inversión al consumo, de la demanda externa a la demanda doméstica. Reformas estructurales que debe ejecutar primero para esperar que generen los beneficios pretendidos.
Termino con el siguiente análisis. De manera directa e indirecta el país se beneficia con el petróleo barato. Por ejemplo, el WTI bajó a 51.34 dólares el barril el pasado sábado, acreditando una caída de 25.10 dólares, un 33%, desde los 76.44 dólares del 4 de octubre pasado, cuando alcanzo el máximo en cuatro años.
De media consumimos 170 mil barriles de petróleo y derivados al día. Si en 2019 el precio medio cierra en los 51.34 dólares, comprarlos a ese precio en lugar de 62.90 dólares como prevé el Presupuesto Público, significaría gastar $1,965,200 dólares menos al día. Y la factura petrolera se reduciría en $717 millones de dólares en 2019. Sustituyendo números el lector puede fabricar su propio escenario.
En cuanto a los efectos indirectos, son variados, por ejemplo podría retirarse parte del subsidio al sector eléctrico de $28,700 millones de pesos, unos $550 millones de dólares. ¿Cuánto ahorraría el Presupuesto? Sobre $150 millones de dólares.
El beneficio del consumidor de combustibles, debido a la composición del precio de gasolina o del gasoil que paga en la «bomba», debe tener claro no significa que pagará 33% menos. Por el costo de importación del petróleo y/o derivados, es solo la tercera parte de ese precio en la «bomba», así que como mucho la factura del consumidor se podría reducir en el porcentaje. En la práctica un ahorro al que tiene derecho, más dinero en el bolsillo.