La desaparición de los talleres de reparación

La desaparición de los talleres de reparación

A la estufa que compré muy cara hace siete años se le rompió una pieza clave, la cual he buscado por todas partes incluyendo los “cementerios” de productos caducados. Buscamos por Amazon y la respuesta es que ese modelo fue descontinuado, por lo que estoy sentenciada a una inversión en una nueva estufa.
Lo mismo me ocurrió con un procesador de alimentos, que tras un mes de uso se calentó y no pudo ser reparado, con la desventaja de que solo tenía un mes de garantía y la pieza que se dañó no está en el mercado.
La mayoría de los bienes de consumo, especialmente los electrodomésticos, tienen una vida útil limitada, o una obsolescencia programada de cinco años, que fue el caso de mi estufa.
La obsolescencia, de acuerdo con un trabajo de la socióloga española María Rodríguez, tiene su origen en los años 20 del siglo pasado, cuando se implantó el modelo de crear grandes cantidades de productos que se sustituyeran en poco tiempo.
La idea fue tomando cuerpo, y en 1954 el término obsolescencia fue asumiendo contenido como “instalar en el comprador el deseo de poseer algo más nuevo y un poco mejor”. Según María Rodríguez, el objetivo de la obsolescencia es el lucro económico, sin tomar en cuenta otras necesidades de los consumidores ni las repercusiones medio ambientales, como la acumulación de residuos.
La obsolescencia tiene varias etapas, pero es importante destacar que en la actualidad hemos asumido la cultura de usar y botar, porque al no aparecer las piezas de reemplazo, los talleres de reparaciones también comienzan a desaparecer de la oferta de servicios y, consecuentemente, se incrementa el desempleo.
Esa cultura también está estimulada por la publicidad, en el sentido de que “es más barato comprar uno nuevo que reparar el viejo”, provocando que hayan comenzado a desaparecer las piezas de reemplazo.
La obsolescencia se produce de varias formas, como la obsolescencia programada, la indirecta, por incompatibilidad y la sicológica.
La programada ha sido diseñada para estimular las ventas, sostener el crecimiento económico y crear circunstancias deliberadas que impiden la reparación de los bienes de consumo.
La obsolescencia indirecta, se deriva de la imposibilidad de reparar el bien por falta de piezas de reemplazo; la obsolescencia por incompatibilidad, como ocurre con recursos informáticos que dejan de funcionar al actualizarse el sistema operativo; y la obsolescencia sicológica, derivada de las campañas del marketing, encaminadas a hacer que los consumidores perciban como obsoletos los productos existentes.*
En la actualidad es un tema de debate en el Consejo Económico y Social Europeo y Francia se sitúa a la cabeza de los países que han iniciado una lucha contra la obsolescencia programada, a partir de las directrices del Consejo Económico. No todo está perdido por suerte.
*(Obsolescencia de los productos y consumo responsable. M. Rodríguez).