La desgracia de tener un vecino fallido

La desgracia de tener un vecino fallido

Haití es un Estado fallido, es el país más pobre del continente y el tercero más pobre del mundo. El 85% de la población vive por debajo de la línea de la extrema pobreza y la reciente poblada puso de manifiesto la capacidad auto-destructiva de ese pueblo, y para la República Dominicana, ser vecino de ese Estado fallido representa un grave problema que la clase política no ha asumido y que tiene todas las potencialidades de abortar nuestras posibilidades de desarrollo, la paz social, idiosincrasia y convertirnos en otro Estado fallido.
Existen diferentes definiciones para el término Estado fallido, el más completo nos dice que un “Estado fallido se caracteriza por un fracaso social, político y económico, con un Gobierno tan débil o ineficaz, que tiene poco control sobre vastas regiones de su territorio, no puede proveer servicios básicos, presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad, refugiados y desplazados, así como una marcada degradación económica”
Fund to Peace (Fondo para la Paz) es un centro de estudios de los EU emite anualmente el Índice de Estados Fallidos que publica la Revista Foreign Police, clasifica a los países basado en doce factores y los veinte principales estados fallidos en su mayoría están en África y fuera de este continente se encuentran en el listado Siria, Afganistán, Pakistán, Yemen y Haití.
Haití fue el primer país del continente en lograr su independencia, de Francia en 1801. Era la colonia más rica de la región por su inmensa producción de azúcar; era una sociedad de propietarios blancos y esclavos negros de diferentes etnias y tribus que fueron sacados a la fuerza de su continente, vendidos como ganado y tras cruzar el Atlántico fueron sobre-explotados con una altísima tasa de mortalidad. Esos esclavos se rebelaron, lograron la independencia, asesinaron a los esclavistas y por esa genética destructora quemaron los ingenios azucareros y con ello destruyeron la economía.
Una historia azarosa caracterizada por la violencia, el odio interracial, dictaduras, golpes de Estado, intervenciones militares, y a lo largo de sus 217 años como nación han destruido sus bosques, convertido el país en un desierto, con fuentes fluviales contaminadas y arrastrando a un mar “muerto” la poca capa de tierra que les queda.
La única salida que tienen los haitianos es emigrar masivamente a la República Dominicana, porque ninguna nación los quiere, ni siquiera sus vecinos angloparlantes, y la comunidad internacional en base al chantaje y las campañas de difamación utilizando como punta de lanza a ONG y sectores mediáticos locales, pretende que el país cargue con ese Estado fallido.
La reciente poblada, por el aumento de los precios de los combustibles, mostró la realidad de la capacidad destructiva de ese pueblo, que sacó a flote sus instintos más primitivos, quemando vehículos, atacando hoteles y empresas, en fin haciendo todo lo posible para perder empleos y ser más pobres.
La clase política dominicana y esta sociedad deben hacer conciencia de que ese estado fallido representa un peligro, por el tema migratorio, y sus niveles de violencia que inevitablemente va a ser replicada aquí, constituye una potencial bomba social, la ruptura de la paz y la convivencia y la posibilidad que esa inmigración masivadistorsione la idiosincrasia de nuestro pueblo.
Hay que deportar los que no se acogieron al plan de regularización, hay que ponerle coto al ingreso por la frontera de drogas, armas, contrabando de todo tipo, y de inmigrantes ilegales.
De manera individual todos hemos protegido nuestras viviendas construyendo verjas, hierros en las ventanas ylosmás pudientes alarmas, cámaras de vigilancia y seguridad privada; de igual manera el país debe protegerse y la única es un muro fronterizo, como lo han construido 63 países del mundo, incluyendo los EU que es uno de los puntos principales de la agenda Trump. Un muro acompañado de tecnología de cámaras, drones, vigilanciade tropas por aire y tierra. No se trata de racismo y xenofobia es la supervivencia del país que heredamos de los Padres Fundadores.

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