La desgraciada, corta y disparatosa vida de “Oscar Guao”

La desgraciada, corta y disparatosa vida de “Oscar Guao”

Lo primero es lo del título. Ocurre que la palabra “wondrous”, en inglés, se puede traducir como “maravillosa”, pero también y más propiamente como asombrosa, fantasiosa o, para el caso  de la novela de Junot Díaz, como “estrafalaria”.

Díaz plantea serios problemas de los inmigrantes dominicanos,  estragos causados por la marginalidad cultural, el machismo, el racismo de allá y de aquí y los ancestrales prejuicios de clase,  en un hogar manejado por una mujer abandonada por un hombre de quien no se supo jamás, que no entiende lo que sucede con sus hijos adolescentes, a quienes trata de criar de una manera provincial y autoritaria fuera de época.

Oscar es un joven mulato (negro allá), gordo y grotesco en extremo, que nunca puede agradar a una sola muchacha de su edad, que se encierra en depresión y autismo alrededor de historietas de “comics” y fantasías sexuales enfermizas, que si bien les son escape y auto-protección,  desarrollan su imaginación y  creatividad e incluso facilitan su carrera en la universidad, no llevan a ninguna parte su vida personal, escasa de valores y  metas.

La historia presenta múltiples conflictos de la sociedad y la personalidad dominicanas. Contada en un lenguaje cargado de agresiones a la sociedad dominicana misma y al propio lector, quien a menudo puede sentirse “pateado” cada vez que, aún en escenas inocentes o incluso “románticas”, recibe una andanada de palabras y descripciones nauseabundas.

El caso de los protagonistas es frecuente, digamos, entre ciertos tipos de migrantes.  No tanto entre los migrantes de Sabana Iglesia, campesinos clases media con menores niveles de frustración, o de banilejos, quienes han desarrollados patrones de adaptación relativamente exitosos.

Había abandonado otro libro de Junot Díaz por rudo y grosero, exagerado para lo que había que comunicar.  Pero tenemos que celebrar el prototipo de diáspora a que pertenece este autor, quien conjuga esas asperezas con su prodigiosa penetración psicosociológica, los tecnicismos y  metáforas del gran narrador que ciertamente es. Que pareciera querer mostrarnos sus propias inconsistencias de status, que recuerdan a  un José Feliciano que se desarrolló en inglés como un intérprete culto en jazz y  guitarra clásica, mientras en español cantaba cursilerías y bachatas borincanas.

Se trata de un gran talento que encontrará mejores  vetas narrativas, donde la desgracia ni la maldición (el Fukú) sean protagonistas. Un amigo decía que este país carece de temas novelables,  a no ser lo vulgar, lo ridículo, lo corrupto. Junot establece que también nuestra desgracia es narrable. Lamentablemente, de frustración, violencia y odio nos sobra mucho, pero entendemos poco. En eso Junot tiene razón.

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