El lamentable sacrificio de Fernando Luna Calderón, reconocido científico dominicano y director del Museo de Hitoria Natural y gran investigador, pudiera convertirse en provocador de un gran estremecimiento de las autoridades, más ocupadas en ver de cómo se aprovechan de los recursos públicos, en lugar de preservar las propiedades que reciben, por los cargos que ocupan, para su cuido y disfrute de la ciudadanía.
En otra sociedad, con sentido del civismo y de la responsabilidad, el anuncio que fuera necesario cerrar el Museo de Historia Natural debido a las bacterias y hongos que allí proliferan, pese a que su malogrado director llamó la atención para que se procediera a fumigar el recinto, habría provocado un gran escándalo. Pero en nuestra sociedad, saturada por el laborantismo político del PRD en su perenne tirijala para el disfrute de los recursos públicos, ha permanecido indiferente a esa falta de mantenimiento. Las informaciones dicen que ha provocado enfermedades fatales en algunos de los empleados de ese local, y tienen al borde de la muerte en Italia a su director, que luchó infructuosamente con sus superiores inmediatos par que se acudiera en ayuda al museo.
Y parece que las bacterias están afectando a otros recintos de la Plaza de la Cultura. Ya en la Biblioteca Nacional se han detectado los mismos hongos en algunas áreas, y si en los otros museos, que tienen salas cerradas, es probable que sea por la escasez de fondos y por la desidia oficial en proporcionarle recursos a esos lugares de la cultura. Es que para eso no alcanza el dinero y es preferible desviarlo hacia los compromisos políticos de atraer adeptos para los fines políticos que patrocinan quienes consideran el erario público como una fuente de dispendio para su beneficio.
Otro columnista de este diario, Vladimir Velázquez se refirió al tema de las pésimas condiciones del Museo de Historia Natural y el editorialista de HOY, el pasado sábado 6, llamó la atención de la situación, pero es lamentable que caigan en oídos sordos en un grupo de funcionarios y empleados en que será necesario que la gente se olvide de la campaña que nos arropa para darle a que las principales fuente del saber y patrimonio de los dominicanos se han destruido en manos de los parredeístas, que no conocen eso de cultura, y están más empeñados en sus luchas políticas para ver bien quien maneja mas recursos y evitar verse desplazados del poder en las próximas elecciones.
Y es una constante, en el accionar de los políticos criollos, estar más empeñados en buscarse lo «mío» que atender el patrimonio nacional. Incluso prefieren dejar destruir lo que otros gobiernos han realizado y solo atender a lo que ellos en su gestión pública hayan construido. Y como la Plaza de la Cultura fue una obra del doctor Balaguer, desde 1996 ha padecido el descuido sutil de los funcionarios de los gobiernos de otros partidos que le han sucedido en el disfrute del poder. También eso se ha visto que ha ocurrido con el Boulevar de la 27 de Febrero en donde ya todos los kioskos de expendio se han cerrado, las pantallas gigantes se dejaron destruir y apenas se celebra una que otra actividad. El Acuario Nacional languidece ante la desidia oficial y los otrora estanques repletos de especies acuáticas apenas se pueden disfrutar por la escasez de vida marina, pese a que es visitado semanalmente por centenares de estudiantes y turistas así como familias enteras que acuden a disfrutar del lugar.
Desafortunadamente los perredeístas no pueden catalogarse como los más fieles guardianes del patrimonio nacional ya que consideran que en esos cargos de los museos no hay «comida» suficiente para resarcirlos de sus sacrificios de las actividades políticas y de su hambre de riqueza. Por eso, solo algunos intelectuales soñadores, aceptan esos cargos al creer que podrían variar la situación, pero algunos las afectó la mala suerte como es el caso del señor Luna Calderón que está al borde de la muerte debido a que no aparecieron los fondos para fumigar el recinto y proteger las especies disecadas que allí existen, las cuales periódicamente debieron ser restauradas y a la vez de mantener un ambiente a temperaturas adecuadas. Y así vemos como el Museo del Hombre Dominicano languidece por la falta de recursos que muchas veces se le corta la energía.
Afortunadamente el Museo de Historia y Geografía está en manos de una dama altamente laboriosa y preocupada, que haciendo galas de su ingenio y deseos de mantener una institución atractiva, logra recursos para evitar que ese museo se vea invadido por las bacterias y hongos que tantos daños están ocasionando en la Plaza de la Cultura.