La desigualdad social y las políticas de desarrollo (I)

La desigualdad social y las políticas de desarrollo (I)

Con el tema de la leche y sus derivados excedentarios que generan las economías norteamericana, europea y de otros países, incluyendo Costa Rica, que concurren con su oferta en el pujante mercado de consumidores que se expande en el espacio dominicano, se ha vuelto a plantear desde los voceros de los productores locales la necesidad de que se replique la fórmula aplicada por décadas para la producción arrocera, o sea que se garantice con controles de precios, mecanismos arancelarios o de subsidios, la rentabilidad de los productores en detrimento de la posibilidad de que los consumidores logren precios menores para el acceso a productos que son de primera necesidad. Los consumidores de esos productos, los del ayer arrocero y los del hoy lácteos y sus derivados, hay que decirlo, son siempre más que los muchos productores que en esos rubros amparan sus incompetencias bajo la sombrilla de erradas Políticas de Desarrollo. El lema es que es preciso garantizar la Producción Nacional, aunque sea en detrimento del Consumo Nacional; la estabilidad y crecimiento merecidos de los Productores, en detrimento de la Alimentación, precaria, de los Consumidores. Los resultados de tal política en el sector arrocero no pueden ser más nefastos: En la Producción hay dos grandes sectores: el Sector puramente Privado y el Sector Reformado. El primero, hijo del trabajo y del crecimiento vegetativo del trabajo, para ser simples; el segundo, resultado de los procesos de reparticiones de tierras al amparo de la Reforma Agraria iniciada en los años 70. El uno, eficiente, crece hasta la industrialización y comercialización del producto; el otro, ineficiente, exige que los precios locales de su producto sean establecidos en base a sus costos de ineficiencia. Y así se hace. Resultado: el sector eficiente tiene beneficios impresionantes, asfixiando a sus cofrades más próximos en la molienda y en el resultado de los procesos consiguientes. La consecuencias nacionales son que, habiéndose logrado grandes producciones en las últimas décadas, los excedentes no pueden ser exportados porque sus precios no son competitivos, ni vendidos localmente a pesar del hambre generalizada que nos arropa, porque sus compradores locales sencillamente no tienen con qué comprarlo, a ningún precio. Los Planes Sociales del Estado compensan parcialmente el drama de esta protección equivocada, protección que ha conducido además a la utilización para un cultivo subsidiado y no exportable, de terrenos cuya inducción a otros usos hubiese resultado en un rendimiento mayor de la economía agrícola, en condiciones por demás de escasez de espacios para cultivo de productos con mayor rentabilidad. Cuatro décadas de esa política no han sacado de la pobreza a la mayoría de los arroceros asentados en terrenos de la Reforma Agraria, ni han logrado que todos los dominicanos se alimenten con el producto de esas tierras, ni se ha intentado que el producto sea competitivo en el mercado internacional de precios, pero sí que se acumulen riquezas impresionantes en los beneficiarios de un control de precios hacia arriba. En el caso de los lácteos no existe un Sector Reformado tan amplio como en el arroz, pero la réplica que se invoca para la solución del conflicto con los excedentes extranjeros a precios muy bajos, es del mismo tenor y habría de provocar iguales resultados necesariamente, porque en este como en aquel hay una parte de los productores que son ineficientes y otra que está en los topes internacionales de la industrialización, desde la crianza y el ordeño hasta la comercialización más sofisticada de los productos finales, asegurándose un altísimo rendimiento económico en el apoyo que les proporcionaría el control de precios desde las granjas. Por demás, la adhesión al DR-Cafta, precipitada e irresponsable, hace que arroz y lácteos desde Costa Rica y Estados Unidos se importen ya con desgravaciones arancelarias casi plenas, obviadas todavía parcialmente por la caricatura de arancel que es la licitación de permisos sobre cuotas que no se han extinguido todavía. (Me sopla un pajarito, que habrá libre comercio de leche en muy breve plazo, tanto por los desmontes del DR-CAFTA (a más tardar al 2024) y del EPA, cuya cuota desaparecerá en el 2028 para beneficio de la principal fuente de leche importada, Dinamarca.) Podemos presumir entonces que ni los miembros del DR-CAFTA ni los del EPA aceptarán un esquema como el usado en su momento para el arroz, cultivo que también está sometido a la desgravación del DR-CAFTA en beneficio del principal suplidor, los EEUU. Replicar una Política de Desarrollo que ha tenido tan penosos resultados, en un contexto universal que le es por demás adverso, no tiene sentido, y lo sensato sería abandonara donde ha funcionado mal, sin asumirla de nuevo como se fuera plenamente exitosa. Tras una sequía de meses pasamos a lluvias torrenciales sin precedentes motivadas por un “niño” devastador. La transición hacia cultivos que demanden menos agua es así inevitable. Y si ha de cumplir avanzar en la lucha contra el hambre, la desnutrición, la productividad y la eficiencia, lo adecuado sería abandonar el carbohidrato vacío (sí, el arroz) por otro rico en proteínas. El quínoa agrega a ese perfil nutricional cero demanda de irrigación.

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