La desigualdad social y las políticas de desarrollo (y II)

La desigualdad social y las políticas de desarrollo (y II)

El tema de la pobreza y del empobrecimiento ilícito es el tema de hoy entre los estudiosos de la ciencia económica a partir de la publicación en Estados Unidos del libro de Tomás Piketty “El capital en el Siglo XXI” (2013 en francés, 2014 en inglés norteamericano). Ese ladrillo, que llega a las mil páginas en alguna de sus versiones, con tipografía para castigar a un estudiante, no esconde sus conclusiones, y ya, desde la primera página de su Introducción afirma: “Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso –lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con volverse la norma en el Siglo XXI- el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas.” De inmediato, exige fuentes para lanzarse al debate, y las localiza, tanto y tan abundantes que ellas no aparecen, porque no cabrían, en su extenso tomo, sino que es preciso ir a ellas por medios electrónicos.
Con ese impresionante trabajo ha logrado el autor colocar en el debate mundial de las ideas, nuevamente, el tema recurrente de la pobreza, y más que ello del empobrecimiento de los más, en clima de desarrollo y expansión de las riquezas de los menos, del 1% de la población estudiada.
El profesor Piketty, de la Escuela de Economía de París, pudo comenzar su análisis un momento antes de la distribución del ingreso socialmente generado, en el momento en que ese ingreso común se produce.
Así, hubiera llegado a la conclusión que en algún lugar se ha expuesto, en el sentido de que si la tasa de crecimiento de la economía es igual o menor que la tasa de inflación, a la pobreza se le garantiza su crecimiento, su perpetuación, porque el peso de la inflación se encargará de ello, del deterioro de la capacidad de compra de los salarios; previamente, el capital y a sus colaterales o gestores tiene garantizado su crecimiento, porque el reparto del producto socialmente generado se hace en esa instancia, y allí se garantiza. ¿Cómo se hacen esas cosas? Sin ser limitativos, en el comercio los precios se fijan con referencia al Costo de Reposición de los inventarios, y la inflación los aupa; en general, la Depreciación de los Activos de cualquier orden blinda su deterioro, en esencia, frente a los efectos corrosivos de la inflación; la reinversión forzada del porcentaje adecuado de los dividendos de cada empresa, en detrimento de los socios menores que ven diluirse sus participaciones y la de los bolsistas o de aliados impuestos por el origen de la actividad, garantiza el dominio del capital mayor en el conjunto y el dominio creciente de su inversión; en el caso del Sector Financiero, sus ganancias se establecen sobre un crecimiento proyectado, no tangible, de Activos Financieros predominantemente, con riesgos enjugados en Reservas que reducen, además, la base imponible para fines impositivos. El Prof. Piketty termina su notable esfuerzo intelectual con un ladrido a la luna, con una propuesta de impuestos nuevos y crecientes a la riqueza, cuya ineficacia demuestra el hecho mismo de que se propone tras varios siglos en que solo se ha cerrado la brecha de pobreza/riqueza destruyendo riqueza con dos guerras devastadoras en uno solo de esos siglos estudiados.
Así las cosas, y comprobado el hecho de lo nefasto que ha sido la Política de Desarrollo aplicada a la siembra de arroz, emplear otra vez esos mismos esquemas en esta tormenta, que puede ser larga, desatada por la depresión de los precios internacionales de los lácteos y sus derivados, es reiterarse en un camino comprobadamente erróneo. Los productores eficientes nacionales o extranjeros radicados en la RD tienen la oportunidad hoy de templar sus capacidades competitivas, a la vez que de desplazar hacia opciones de mayores rendimientos ingentes espacios de cultivo hoy a todas luces subutilizadas por una ganadería de empleo extensivo del recurso básico de la pecuaria, la tierra.
Al mismo tiempo, el país podría incorporar al consumo de lácteos y sus derivados amplias capas de la población, muy pobres y empobrecidas por equívocos en el establecimiento de Políticas de Desarrollo. Eso sería luchar contra la pobreza con una distinta Política de Desarrollo, luego de una tan costosa y frustrante experiencia que es imperativo corregir también en el arroz que nos ha servido de ilustración para esta perorata que no precisa de mil páginas para hacerse entender.

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