La desintegración de Haití

La desintegración de Haití

[b]Señor director:[/b]

A pesar del derrocamiento del padrecito que dejó de ser la esperanza de Haití, Jean Bertrand Arístides, y a pesar de la ocupación de los poderosos ejércitos de las naciones más industrializadas del mundo, Haití sigue siendo un país de miseria, hambre, desempleo, violencia y pobreza, sin servicios públicos y sin instituciones.

No hay agua potable, energía, teléfonos, hospitales, transporte público, pasaporte, cédula, correos, sistema judicial, oficialías civiles, sistema electoral, ejército nacional, ni seguridad ciudadana.

Haití se desintegra a pasos agigantados y sus vecinos dominicanos no se dan cuenta del peligro que representan los millares de refugiados haitianos que están cruzando en estampida la frontera, por Dajabón y Jimaní, ante la mirada indiferente de las autoridades nacionales. Un solo conflicto en la frontera y vendrán las tropas extranjeras estacionadas en Haití. La conciencia de las naciones industrializadas no estará tranquila, cuando la pobreza haitiana, termine aplastando el progreso dominicano.

De potencia azucarera y cafetalera que fue en el siglo 18, Haití pasó al grupo de los países más pobres del mundo, en decadencia económica rápida, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). Su PIB (Producto Interno Bruto) per cápita es hoy uno de los mas bajos del mundo comparado a Somalia y Yemen. La renta per capita en el país es de apenas $144 dólares. Su deuda externa pasa de US$1,250 millones. La moneda nacional, el gourde, vale 28 veces menos que el dólar.

Otro estudio de la ONU revela que en Haití el 62% de la población se encuentra por debajo de la línea de pobreza y la expectativa de vida es de apenas 53 años. La FAO estima que 3,8 millones de haitianos sufren hambre, en un país de más de 8 millones de habitantes. La crisis humanitaria que se agrava cada día. El Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas ACNUR estima que antes del 2006, si el hambre aprieta, más de 2 millones de refugiados haitianos cruzaran la frontera hacia la Republica Dominicana. Esta cifra sumada a los que ya viven en territorio dominicano, alcanzará un total de más de 4 millones de refugiados haitianos.

Una de las razones de la desintegración social es que Haití no fue capaz de construir un proyecto de nación. Nunca fueron capaces de pensar cómo podían vivir juntos. Los países ricos deben trabajar para eliminar las causas profundas de la miseria y la desesperanza y devolver a los haitianos su dignidad.

La moraleja de la tragedia haitiana es, que si queremos evitar la desintegración de la nación dominicana, primero no debemos permanecer en silencio ante el drama haitiano y exigir que se estimulen todas las iniciativas que permitan a los haitianos re construir su país y avanzar por los caminos de una esperanza nueva y segundo construir con carácter de urgencia el proyecto de la nación dominicana.

Atentamente,

Roberto Canaán

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