La desobediencia sigue siendo un tema tabú para muchos padres que buscan implantar disciplina sin analizar la implicación de sus métodos ni las diferentes etapas por las que atraviesan sus hijos. Y para lograr buenos resultados es necesario cambiar el discurso y afrontar la desobediencia desde una perspectiva más positiva.
Esta fue la principal observación de los expertos Rocío Ramos-Paul y Luis Torres, psicólogos y autores del libro “Hijos desobedientes, padres desesperados”, tras ofrecer una conferencia en el “Desayuno por los buenos tratos” realizado recientemente por el Patronato de Ayuda a Mujeres Maltratadas (PACAM).
En un breve dialogo con este diario, los psicólogos compartieron algunas de recomendaciones sobre cómo aplicar la disciplina en casa, que fueron parte del discurso dado a los asistentes a la conferencia.
¿Es normal que un niño sea desobediente?
Luis Torres: “Los niños no conspiran contra los padres ni son malos, como también he escuchado decir aquí. El niño es desobediente porque es parte de su desarrollo y tiene que oponerse a las normas que los padres tienen como trabajo ponerle”, señaló.
Rocío Ramos-Paul: Un primer objetivo sería cambiar el discurso, pues hay un discurso muy negativo. Hay que empezar planteándose que uno tiene hijos porque quiere disfrutar de su situación familiar. Tranquiliza mucho pensar que ellos están pasando por una etapa y yo mandaría un ejercicio para los que no han venido que es, como decía Luis en la conferencia, dedicar cinco minutos al día a pensar en lo que les gusta de sus hijos, qué han hecho bien durante ese día. Pueden ser muchas pequeñas cosas, desde tareas de casa, responsabilidades que tengan, vestirse o desvestirse solos, hacer los deberes, lo que sea.
¿Por qué son desobedientes? ¿Qué quieren expresar con esta actitud?
Rocío Ramos-Paul: No es algo tan complicado. Lo que el niño busca decir es que le impones algo que en ese momento no le apetece hacer, bien porque está jugando o porque le parece una tarea aburrida… por motivos similares y no hay que buscar más allá. Ellos todavía no tienen capacidad para entender claramente las responsabilidades de su comportamiento. Entonces nosotros, como padres, lo que hacemos es enseñarles que jugar está muy bien pero que hay que aprender a recoger después. Y eso no les gusta. La desobediencia implica una serie de comportamientos que te muestran que ellos tampoco tienen capacidad para expresar, para hablar. Es decir, el día que hace una rabieta lo hace porque no sabe decir que está cansado en ese momento y no le apetece, que preferiría recoger más tarde, etc. Entonces lo que hace es que monta esas rabietas y esas pataletas que los padres no saben manejar.
¿Cómo repercute en la adultez la buena gestión de la conducta que se haga en la niñez?
Luis Torres: Evitamos a lo mejor que el niño de adulto tenga alguna dificultad con la ansiedad o el saber tolerar la frustración, es decir, aplazar las cosas. Porque el niño quiere las cosas y las quiere ya, y con la disciplina evitamos que se convierta en un adulto agresivo o quizás ansioso porque quiere que las cosas se le den de la misma manera, instantáneamente. Este aprendizaje viene desde pequeño.
Rocío Ramos-Paul: Si no pongo normas ni límites y me limito a conceder al niño todo lo que me pide cuando tiene 3 o 4 años, el niño irá creciendo y manifestando otro comportamiento. A los 8 ya lo pedirá de otra manera: utilizará reacciones más agresivas, decidirá no hacer y se volverá más exigente, aparecerá la ansiedad, la agresividad. Entonces querré poner normas a partir de ese momento o incluso más adelante cuando tenga 16. Cuando el niño no ha conocido las normas previamente, es mucho más complicado que las aprenda después. Quiero decir que es mucho más fácil decirle a un niño “esta chuchería ahora no”, que decirle “ahora no hay un móvil” o “ahora no hay un tiempo de chatear”, “no hay tiempo de videojuegos porque tienes otras responsabilidades”.
¿Qué tan temprano se debe disciplinar?
Luis Torres: Desde que nace. Evidentemente cuando es pequeño, hasta los 6 meses, manejamos todo a demanda, come y duerme cuando quiere. Pero poco a poco esos horarios se van centrando, con eso ya le estamos poniendo normas.
Rocío Ramos-Paul: Hay niños que son muy exigentes. Los padres tienen que evaluar qué comportamientos están facilitando que esas situaciones se produzcan, porque aquí es donde el niño está preparado para aprenderlo. Si yo esto lo dejo pasar y me encuentro con un niño de 16, la exigencia es igual, pero con mucha más conflictividad.
Si empiezo antes me ahorro, por lo menos, la parte que tiene que ver con la ansiedad y la agresividad, porque de todas maneras un adolescente va a ser exigente.