La despedida de Willie

La despedida de Willie

POR ALEXIS MÉNDEZ
“¿Qué quieres que haga?, ¿Buscarme un protector?, ¿Un amo tal vez?, ¿Y como hiedra oscura que sube la pared medrando sin lira y con adulación?, ¿Cambiar de camisa para obtener posición?… ¡No, Gracias!; ¿Dedicar, si viene al caso, versos a los banqueros?, ¿Convertirme en payaso?, ¿Adular con vileza los cuernos de un cabestro por temor a que me lance un gesto siniestro?…¡No, gracias!; ¿Desayunar cada día un sapo?, ¿Arrastrarme por el suelo hasta que me sangre la panza?, ¿Desgastarme las rodillas con dolencias pestilentes de tanto hacer reverencias?… ¡No, gracias!; ¿Adular el talento a los perfumaditos?, ¿Vivir atemorizado por infames libelos y repetir sin tregua: Señores, soy un loro, quiero ver mi nombre escrito en letras de oro?…¡No, gracias!”.

Esa “retahíla” de preguntas, que marean, pero que se sienten enfáticas, las dejó escrita Willie. Mientras visitaba su página oficial de Internet, me encontré con ellas y con un odioso titular que dice: “Gracias a todos por 40 años de cariño y amistad. Soy dichoso”.

Un titular agradecido, pero sin gracia para aquellos que creemos que al artista sólo lo detiene la muerte; y eso, si su arte no trasciende, que no ha sido el caso de Willie Colón quien ha sido la figura más emblemática de la salsa, por ser quien mejor conectó con esa juventud que con música reflejó sus quejas.

Estamos hablando del “Malo”, el hombre del trombón irreverente que, al igual que Johnny Ventura, le ha dado por retirarse de la música… ¡Ay maldita epidemia!

Después de haber leído esas líneas, empezaron a llegar noticias a mi correo electrónico, de esas que no me ha dado gusto leer: “Willie Colón se retira del escenario”, “Ultima gira de Willie Colón”, “Willlie Colón deja la tarima”.

Tampoco me da gusto escribir esto. Tener que dar por noticia mi desdicha y la de muchos “salseros de la mata”, es desagradable. Pero tengo que entender las razones de Willie. Al parecer, considera que ha dado suficiente, como en realidad lo ha hecho, aunque en su cadena de preguntas se advierte inconformidad con un mercado que se contrapone al norte musical que siempre buscó:

“¿Sentir terror a los anatemas?, ¿Preferir las calumnias a los poemas?, ¿Coleccionar medallas?, ¿Urdir falacias?, ¡No, gracias!, ¡No, gracias!, ¡No, gracias!…

Pero cantar, soñar, reír, vivir, estar solo, ser libre, tener el ojo avizor, la voz que vibre, ponerme por sombrero el universo por un sí o por un no, batirme o hacer un verso; despreciar con valor la gloria y la fortuna, viajar con la imaginación a la luna, no pagar jamás por favores pretéritos, renunciar para siempre a cadenas y protocolo; posiblemente no volar muy alto, pero solo”.

“Pero solo”, dice Willie. Y puedo entender su cansancio e inconformidad, causadas por esqueléticas modas  que se imponen, que no surgen, como salió a flote aquella empatía entre Willie Colón y Héctor Lavoe con los jóvenes del Spanish Harlem. Pero a él que me entienda a mí, que no tendré oportunidad de verlo más “Tromboneando”, haciéndole un tributo al “Cantante de los cantantes”, interpretando “Gitana” y “Tiempo pa´matar”. De ahora en adelante tendré que conformarme con su “Solo” y “Fantasma”, mis favoritos en su extensa discografía, o escuchar bramar su trombón junto a Héctor, Rubén, Celia y Mon Rivera, a través de escenas que pintan sus sonidos.

Sé que mi desahogo son palabras que van al aire. Sólo es un arranque que nació mucho después que los proyectos políticos que Colón tiene debajo del brazo. Porque a la política va dedicarse en un cien por ciento.

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