La devaluación agudiza la crisis hospitalaria

La devaluación agudiza la crisis hospitalaria

Los víveres sembrados por su marido no bastaron para bien nutrir a Paulina, lo dice la palidez de su rostro afilado por la enfermedad, la sangre que escupe en cada acceso de tos. No bastaron, y esta campesina, de 55 años, reducida a piel y huesos, está postrada en el hospital Luis Eduardo Aybar, donde, como en otros centros de salud del Estado, la muerte llega más rápido.

Llega con más celeridad en los últimos meses cuando la crisis económica acrecienta a niveles dramáticos el déficit perenne de los servicios médicos estatales, al constreñir la devaluación monetaria sus insuficientes asignaciones presupuestarias y agigantar la carencia de medicamentos y material gastable.

Los RD$8,798 millones presupuestados para Salud Pública en el 2003 perdieron RD$2,617 millones de su poder de compra, con la inflación de 29.75%, de enero a octubre, limitándose su valor real a RD$6,181 millones.

La disponibilidad financiera decreció respecto al 2002, cuando el monto real del presupuesto de Salud era de RD$9,031 millones, lo que parcialmente explica la desatención que sufre Paulina por falta de medicamentos.

A retazos, ella expone los síntomas de la tuberculosis pulmonar, enfermedad infectocontagiosa que ataca con mayor virulencia en condiciones de hacinamiento y cuando la desnutrición debilita el sistema inmunológico. Las defensas del organismo decaen con el hambre acrecentada por la pérdida de poder adquisitivo de los escasos pesos de que disponen los pobres.

-Toso mucho y escupo sangre, le hago fuerza a los pulmones, que están muy débiles. Me tiraron una placa, pero me dicen que no hay medicinas, que las compre, y he tenido que estarles pidiendo a los evangélicos y otras personas que vienen al hospital, les pido de RD$10 y RD$20 o lo que puedan para ponerme la inyección.

Tres veces al día deben inyectarle Tisinol, a RD$69 cada una, no los tenía, y al mediar la mañana aún no se le había aplicado la primera dosis. Otros fármacos contra la tuberculosis son más costosos, como la Rifampicina de 300 miligramos, RD$480, y la Ribomuny I, inyectada, RD$540.

Comúnmente, los campesinos venden un cerdo o un chivo, las gallinas y otras aves de corral para atender imprevistos, o algún pedazo de tierra para enfrentar a una enfermedad. Paulina y su marido nada tenían.

–El me trajo, pero no ha podido venir más, porque no tiene zapatos, y esa noche tuvo que coger unos prestados. La suerte que tengo estas dos hijas aquí, pero hasta muertas del hambre están.

La más joven la acompaña hace más de una semana y dice que no puede regresar porque no tiene el pasaje, la otra llegó el día anterior, y con ambas la madre comparte la comida del hospital.

–Es para no dejarlas morir de hambre, y es una cosititica que nos traen, que hasta un niño se queda buscando más.

Paulina, su marido y la menor de las hijas viven en Haina Duey, paraje de Villa Altagracia, en una casita de madera y zinc con piso de tierra. No es propia, aclara la enferma con voz apenas audible, se la prestó un cuñado que dejó a su esposa y vino a la capital a buscar trabajo como «guachimán».

Muchos labriegos le siguen los pasos. El éxodo hacia las zonas urbanas y el exterior es la única tabla de salvación para los desesperados que no encuentran trabajo o que el exiguo salario no alcanza para comer. Mas, en las ciudades su vida se degrada aún más.

En Haina Duey, como en Jobo de Nagua, donde reside su hija casada, en todas las zonas rurales la agricultura languidece, el trabajo escasea y los apremios campesinos se agigantan, decrece el consumo de proteínas y calorías, nutrientes con un déficit bastante alto desde antes de la crisis.

¿Qué comen en el campo? –Víveres, yautía y yuca, porque allá to’ es caro, el arroz a RD$10, la habichuela a RD$20, el pollo a RD$30, y un potecito de aceite más de RD$10. ¿Compran leche? –No, ¿y cómo si la fundita está a RD$35?, nos mantenemos con plátanos, tayota, lo que aparezca.

La inflación que los desnutre es también extensiva a los medicamentos, agudiza el cuadro clínico de Paulina y demás pacientes con enfermedades críticas o crónicas, tuberculosos, diabéticos, hipertensos y otros que total o parcialmente suspendieron el tratamiento médico, sin más opción que morir lenta o abruptamente.

El bacilo de Koch, causante de la tuberculosis que dejó escuálida a Paulina, florece en la pobreza y el hacinamiento en que viven millones de dominicanos en barriadas urbanas marginales y zonas campesinas. De alta proclividad es la región Suroeste, donde se detectó que un 25% de la población padece de desnutrición.

En el país se detectan seis mil casos anuales de tuberculosis, «la enfermedad del hambre» como solían llamarla, estimándose un subregistro que sobrepasa el 50%.

La morbilidad se incrementa con la falta de higiene y la malnutrición que acompaña a esta campesina desde su gestación, el hambre padecida en Haina Duey, las privaciones compartidas con su esposo, un echadías como la mayoría de los labriegos sin tierra o sin medios para cultivarla, que deambulan en busca de trabajo en plantaciones agrícolas deprimidas, en las que la devaluación monetaria eleva sustancialmente los costos de producción en la agricultura y la pecuaria.

[b]NO HAY MEDICAMENTOS[/b]

Al agudizarse su mal, Paulina fue llevada al hospital de Villa Altagracia, le pusieron oxígeno, pero por falta de medicamentos la transfirieron al Luis Eduardo Aybar- Morgan-, con similar desabastecimiento.

–Cuando llegué esa noche no me querían internar, dizque que no había cama, y yo mala, mala, asfixiándome, me faltaba la respiración, eso fue el lunes en la noche y al otro día me internaron, y según yo podía hablá fue que me pusieron atención por mis quejas, porque a mi hija le daba vergüenza hablá.

Posteriormente le hicieron análisis, una baciloscopía que confirmó la tuberculosis. –Cuando pasan los médicos yo llamo y les explico, mire he seguido mala, mala, entonces me dicen, bueno, es que aquí no hay medicamentos.

La carencia es extrema. Los precios de fármacos, equipos de diagnósticos, reactivos para análisis, una gran diversidad de material terapéutico importado, han tenido aumentos de más de un 100%.

El deterioro de los servicios hospitalarios es dramático, acentuado por el retraso en la entrega de las asignaciones presupuestarias, al punto de haber tenido que suspender cirugías, salvo en peligro de muerte. Esta situación ha puesto en riesgo vidas en personas que requieren de tratamientos costosos, diálisis o medicación después de un trasplante renal.

Los hospitales incrementaron la cuota de recuperación, tarifas mínimas que paga el paciente en consultas, análisis, radiografías y otros estudios, que con frecuencia elevan las facturas a RD$2 mil, RD$3 mil o más, que muchos no tienen. No sorprende que sufriera un pre infarto el padre de un joven con un tumor cerebral que tenía que pagar RD$2,500 cada vez que lo sometían a estudios, obligándolo a vender lo poco que tenía.

Ultimamente, aseguran médicos al servicio de hospitales, muchas personas dejan de asistir a la consulta por carecer de dinero hasta para el pasaje. Y de los que acuden, a menudo no pueden comprar los medicamentos o los adquieren parcialmente, restando efectividad al tratamiento.

Pacientes de hospitales con enfermedades críticas no cumplen con regularidad las prescripciones médicas, toman una dosis inferior a la que necesitan, o los abandonan completamente, un riesgo peligroso, pues la afección puede empeorar con ataques cardíacos, aumento de la hipertensión, derrame cerebral y complicaciones renales, consecuencias más frecuentes.

Análisis, radiografías, sonografías y otros estudios se quedan sin hacer por falta de recursos. Cualquier operación cuesta RD$10 mil y el paciente tiene que aportar el material quirúrgico, porque todo ha subido, no escapan ni las gasas, un rollo que antes costaba RD$250, aumentó a RD$550 y R$650.

Los suministros del Programa de Medicamentos Esenciales (Promese), siempre precarios, son insuficientes, y con las alzas los hospitales incurren en deudas, tienen que duplicar sus desembolsos con suplidores que les abastecen insumos con precios ajustados a la tasa del dólar.

Los pacientes tienen que pagar, inclusive las parturrientas, a quienes en las diferentes maternidades del país les venden el paquete con los fármacos y materiales preparado por Promese, a RD$683 para parto normal y RD$200 adicionales si es cesárea.

[b]DARÍO CONTRERAS[/b]

Mientras en el Morgan a Paulina se le escapa la vida, la violencia creciente, mayor en tiempos de crisis, no da tregua al hospital Darío Contreras, donde aumenta el número de pacientes en momentos en que la inflación asfixia económicamente a ese centro especializado en ortopedia y traumatología.

Los heridos de balas, puñaladas o batazos en atracos y riñas, junto a las víctimas de accidentes de tránsito, congestionan los fines de semana las salas, pasillos y emergencia del hospital, en el que el alza en los costos operacionales deteriora la calidad de los servicios.

La cantidad de pacientes es cada vez mayor y múltiples los traumas, mientras los precios de los medicamentos y materiables quirúrgicos se duplican o triplican, como ocurre con clavos, placas y tornillos. Un clavo de bloqueado, por ejemplo, que costaba RD$7 mil, se cotiza actualmente en RD$15 mil, y otro que valía RD$400, subió a RD$1,500.

Los costos del Darío Contreras y demás hospitales se encarecen con el uso intensivo de sus plantas de emergencia y alto consumo de gasoil. Al intensificarse los apagones, en centros asistenciales como el Morgan, donde diariamente hacen cientos de procedimientos y atienden miles de pacientes, los gastos en combustibles superan los RD$400 mil mensuales.

[b]ROBERT READ[/b]

Los más dramáticos problemas generados por el alza en los medicamentos se observan en el hospital Robert Read Cabral en los padres y madres de niños con distintos tipos de cáncer, en el que los tratamientos oscilan entre RD$8 mil y RD$25 mil.

En la sala de Hematología de ese hospital, madres desesperan con sus niños enfermos, imposibilitadas de costear los fármacos que demanda la afección padecida. La falta de tratamiento oportuno hace que muchos niños vean deteriorarse su salud, e incluso mueran, sin agotar los mecanismos creados por la ciencia.

A ese hospital acuden mujeres que llevan sus hijos con aparentes síntomas de dengue, temerosas por el brote que ha provocado más de cien muertes. Los casos probables de la enfermedad se estiman en alrededor de 5,000, una cantidad alarmante.

Mientras, a Paulina se le escapa la vida, su débil organismo, desnutrido desde el vientre materno, no se defiende de los bacilos de Koch que lo invaden.

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