La dialéctica maniquea en las obras
de Hermann Hesse

La dialéctica maniquea en las obras <BR>de Hermann Hesse

DIÓGENES VALDEZ
Con mucha razón un crítico sagaz, cuyo nombre escapa a la memoria, expresó que la obra total de Hermann Hesse es una ciudad de la magia cuyas mil puertas comunicándose entre sí conducen todas al interior y que el lector, caminando dentro de esta villa, cuyas calles orilladas de espejos proporcionan a la vez el engaño y la profundidad, ángulos imprevistos, en los cuales veremos siempre los mismos personajes, idénticos en su esencia espiritual, aunque viviendo con nombres diferentes en otros lugares y paisajes, vistiendo ropajes distintos, pero al mismo tiempo, sintiendo compartiendo y teniendo en común las mismas inquietudes, aportando soluciones a problemas que si bien en apariencia parecen disímiles, en su esencia tienen las mismas raíces psicológicas y espirituales.

Puede decirse con propiedad que los personajes de Hesse son seres que asisten a diferentes fiestas de carnaval, dotados de disfraces diversos, o que son actores que fingen no sólo en la representación del espectáculo, sino también en la diaria comedia de su propio existir. Los personajes de Hesse viven rodeados de un misterio cercano al enigma. Así se puede advertir la identificación en muchos aspectos sociales que hay entre los estudiantes y amigos Max Demian y Emil Sinclair, en el extraño maniqueísmo de Harry Haller y su espíritu dotado de instintos animales (El lobo estepario), o en la conducta del medioevo que viven los personajes de Narciso y Goldmundo.

En 1946 Hermann Hesse obtuvo el Premio Nobel de Literatura. A partir de entonces su nombre comienza a difundirse a través de todo el mundo y su obra pasa a ser conocida por el gran público. A él se le considera como el último escritor romántico alemán. Fue un autor que evitó siempre la publicidad y tal vez, debido a su introversión, sus obras están impregnadas de un fuerte tinte sicológico.

Hermann Hesse es un escritor de trazos muy seguros, consciente de la importancia del dominio de los mitos, de las leyendas y de los simbolismos, especialmente en sus cuentos breves, muchos de los cuales están barnizados de la doctrina orientalista, de las cuales fue un gran conocedor.

Los textos de Hesse resultan desgarradores por verídicos y deslumbran por su nitidez y su hermosura. En la obra de este autor se percibe el poder y la influencia que ejerce sobre la juventud con vocación hacia lo mejor de la literatura. Debido a esta fascinación, dicha obra no contiene ningún tipo de escollo, no sólo para la generación que le fue contemporánea, sino también a todas aquellas que le han sido posteriores. Se ha escrito que su obra ejerce la misma fascinación que ejerce un abismo en una persona con vocación de suicida, o el fuego en un piromaníaco. En sus textos el lector tiene la suerte o la desgracia de verse y reconocerse en uno que otro personaje, y es como si estuviera mirándose en un espejo. Todos ellos -lectores y personajes- se ven envueltos por un halo de misterio que conduce a la recapacitación, tal vez porque advertimos que esa figura que se refleja en el espejo imaginario nos pertenece, aunque al mismo tiempo sigue siendo diferente a nosotros. En el momento que se toma conciencia de dichas diferencias dejamos de ser lo que hemos sido y deja de pertenecer a esa figura que se refleja en el espejo, sin que por ello desaparezca el misterio, porque en cada obra suya, Hesse nos descubra «ignorados filones de nuestro propio ser».

Hermann Hesse nació en Calw (1877), en el ducado de Würtemberg, Alemania, pero terminó convirtiéndose en ciudadano suizo. Alternativamente vivó en Basilea, Berna y Zurich, instalándose finalmente en el cantón de Tessino. Su primera novela Bajo la rueda (Unterm rad) toma el título del vocablo alemán Unters rad hommen, que literalmente significa «caer bajo la rueda». Esta es la novela del adolescente Hans Giebenrath y su lucha en contra de determinadas costumbres y un sistema que lo van destruyendo paulatinamente, hasta conducirlo a un final trágico. Más tarde, Hesse publica una segunda novela y un libro de poemas titulado Una hora a la medianoche; sin embargo, no es hasta la aparición de la novela Damian y del libro de ensayo Una mirada al caos, cuando comienza lo que ha sido dado en llamarse «la segunda etapa literaria de Hesse», caracterizada por signos de una profunda renovación espiritual.

Antes de la publicación de Damian y del libro de ensayos los héroes de Hesse presentan caracteres melancólicos; son seres desvalidos, hundidos en el sopor de la tristeza y la abulia, carentes de voluntad para enfrentarse con la vida, dando la impresión de cierto cansancio. Muy por el contrario, en Damian existe un impulso juvenil, un frenesí vital, un ansia transfugadora que convierte a los personajes centrales, Max Damian y Emil Sinclair, en símbolos de una individualidad avasalladora, que en un mundo de ideas ya caducas aspira encontrar en sí misma el cauce de su propio destino. Resulta importante resaltar que Damian fue publicado con el seudónimo de Emil Sinclair, nombre de uno de los personajes de la obra, tal vez por el temor de Hesse de que se le identificara con el otro personaje de la novela, es decir, con Max Damian.

‘El lobo estepario’ es sin duda alguna una de las grandes novelas contemporáneas. En esta obra Hesse lleva los símbolos hasta la exageración y el paroxismo. Es la suma del desprecio por todo aquello que no está ligado a la esencia misma del individuo, representado en el personaje Harry Haller, quien constantemente se encuentra sumergido en una perenne lucha entre lo onírico y lo real; reiterada antinomia y eterna constante hessiana. Harry Haller constituye el símbolo de la «civilización y la barbarie», pero también lo es de lo humano, y de todo lo que se le opone, como el hombre y el lobo. Luego de la publicación de El lobo estepario, Hesse da a la luz pública un volumen que contiene tres cuentos, de los cuales, Alma de niño no es más que un bello poema en prosa.

De su viaje a la India, Hesse extrae las experiencias necesarias para escribir un libro de pequeño volumen, pero enorme belleza, Siddharta, en el que se relata la vida del libertino Siddharta y el monje Govinda. Luego, publica Narciso y Golmundo, que relata la vida de dos adolescentes en el convento de Marianbronn. Narciso se dedica a la meditación y a la vida contemplativa, movido por la aspiración de llevar una vida ejemplar, mientras que Crisóstomo (antítesis de Narciso) se entrega al goce de los placeres sin encontrar la felicidad, entregando su vida a la persecución de la mujer ideal para plasmarla en una de sus esculturas: la Eva perfecta que simboliza a la madre naturaleza, pero cuando la encuentra, su espíritu está tan cansado y sus manos sin fuerzas, porque ya se encuentra en el momento de entregar su último aliento y cerrar los ojos definitivamente, exclamando entonces: ¿Cómo podrás morirte un día, Narciso, si no tienes Madre? Sin Madre no es posible amar. Sin Madre no es posible morir.

Tal vez Narciso y Golmundo y Damian constituyan las dos obras más reveladoras del intimismo de Hesse, pues son las puertas por donde se escapa el narcicismo del autor, o su oculta vena de homosexualidad, de aquí podríamos colegir que el nombre del personaje llamado Narciso no fue fruto del azar. Es significativo que en el momento supremo en que Crisóstomo encuentra el ideal de la Eva perfecta, el nombre que cita es el de su compañero de colegio, y es a él quien dedica sus últimas palabras. Es en aquel momento crítico cuando el lector aguzado descubre que el motivo de su huida del convento de Marianbronn no es otro que un inadvertido amor hacia Narciso.

En 1945 Hesse publica una inmensa utopía del intelecto que se desarrolla en un país del futuro, que él bautiza con el nombre de «Castalia». Esta obra, Juego de abalorios, influiría positivamente en el jurado de la Real Academia Sueca de Literatura para que un año más tarde se le concediese el más alto galardón que puede otorgársele a un escritor: el Premio Nobel.

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