La diáspora gloriosa

La diáspora gloriosa

Guido Gómez Mazara

Las distancias nunca lo alejan del lar nativo. Allá, en las calles de Washington Heights o transitando por los negocios de Cuatro Caminos, los dominicanos construyeron una dominicanidad muy singular que no termina de ser bien entendida en el país. Nunca se fueron y en su larga estadía, culturalmente asimilaron hábitos que la sociedad receptora les enseñó, y así, sus parámetros del reclamo y la demanda por un mejor trato poseen una intensidad capaz de retratar tantos años de burlas. 

Ahora, cuando las estadísticas económicas nos enseñan que el proceso de recuperación post pandemia exhibe números en el orden de las remesas, resulta indispensable agradecer en demasía porque los ciclos del prejuicio que los calificó de “ausentes” demuestran en el terreno de los hechos su imborrable presencia.

El sentido de solidaridad alcanzó niveles ejemplares debido al insólito acontecimiento de que, en el marco de los recursos asignados como estímulo financiero, nuestros compatriotas se quedaron en sus hogares y enviaron ayudas suficientes para que las finanzas públicas tomen el rumbo del crecimiento y las expectativas de mejoría sustancial del nivel de vida de la gente no sean asumidas como una aspiración quimérica.

El flujo de remesas en los primeros 4 meses de este año llegó al 130.6 % medido interanualmente, es decir, US$515.8 millones    sobre los recibidos en el mismo mes el año pasado. Aunque muchos lo presumen por la considerable cantidad de nuestros compatriotas en EUA, el 86.6% proviene del bodeguero, trabajador informal, empleado privado, siempre aptos en solidarizarse con sus familiares.

Y desde España, el monto general de las remesas se colocó en un 6.1%. Sin el aplauso correspondiente, el incremento en el flujo de esos recursos en moneda fuerte provocó que las reservas internacionales llegaran a un 14.7 % del PIB, que es igual a 7.4 meses de las importaciones.

La clase política no posee una clara conciencia respecto de la diáspora. Históricamente, son utilizados en las campañas y los aspirantes reciben recursos que, al llegar al poder, tienden a olvidarlos y edificar una red de impugnaciones en el acceso a una participación en las tareas públicas caracterizadas por una montaña de estigmas.

Lo cierto es que el clásico migrante que salió del país en los 70 hacia Nueva York y en los años 90 rumbo a España sufrió un proceso de inserción en aquellas sociedades, y la segunda generación, estableció sus bases poniéndose acorde con las exigencias académicas y profesionales. Atrás quedó la impugnación cargada de desdén.

¡Gracias a la diáspora gloriosa!

Solidaridad de la diáspora alcanzó niveles ejemplares tras la pandemia

Flujo de remesas en primeros cuatro meses de este año llegó al 130.6 %

Clase política no tiene una clara conciencia respecto de la diáspora

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