POR ÁNGELA PEÑA
En el contexto de la vasta producción literaria del Caribe hispanohablante, ha llamado particularmente la atención la fértil narrativa publicada durante la última década en la República Dominicana sobre la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo Molina. El numeroso grupo de novelas que abordan el tema imprime una fuerza única que lleva la acalorada discusión sobre la Era y su herencia a un espacio público más plural y que, sin duda, marcan el nacimiento de una nueva expresión literaria y teórica en el país.
La consideración es de la intelectual argentina Nina Bruni quien en el libro «Imagen de Trujillo en la narrativa dominicana contemporánea», puesto a circular en la pasada Feria del Libro, analiza seis novelas de autores nacionales: El cumpleaños de Porfirio Chávez, de René del Risco Bermúdez; Juro que sabré vengarme, de Miguel Holguín Veras; El Personero, de Efraim Castillo; Retrato de Dinosaurios de la Era de Trujillo, de Diógenes Valdez; Uña y carne, Memorias de la virilidad, de Marcio Veloz Maggiolo y Mudanza de los sentidos, de Ángela Hernández.
«No hay motivo para negar la presencia de una nueva narrativa emergente en la República Dominicana, poco difundida aunque altamente creativa y comprometida en torno a la sangrienta tiranía de Rafael Trujillo», significa la escritora. Para ella, las obras que analiza abren «sin anestesia la vieja herida que la desmemoria colectiva y la intelectualidad postrujillista nunca permitieron cicatrizar para perpetuar la presencia de Trujillo, quien aún suscita fascinaciones alarmantes y odios indiscutibles en una extraña relación con una sociedad que nunca se liberó de su tirano. Así, el binomio trujillismo-postrujillismo se encarna en la figura pivote de Joaquín Balaguer, intelectual de la Era, a quien ni Castillo ni Veloz Maggiolo soslayan dada su impronta imborrable en la vida política de la República».
Bruni analiza estilos, metodologías, se adentra en puntos comunes en los volúmenes estudiados, como la sexualidad y las perversiones del trujillato, la sólida o superficial documentación de algunos, la presencia de Ciudad Trujillo, el tema recurrente de la tragedia de la inviabilidad de la nación dominicana, la validez de la investigación histórica y la novela como un modo de hacer historiografía que, «en el coro de personajes cruciales en las historias relatadas, supera en cierta medida el valor de los documentos históricos», señala.
En unos es reiterado el tema del «borrón y cuenta nueva» mientras en otros late el rol de la mujer asociada con la prostitución en el lenguaje del poder, la crítica a los intelectuales y al clero católico, el binomio Ciudad Trujillo/ pueblo /pobreza / sometimiento, las alusiones irónicas a la literatura actual publicada sobre el trujillismo, observa. Advierte el tratamiento reiterado a la virilidad del Generalísimo «a través de la cual se entrecruzan nuevamente las teorías fundamentales de la Era: el hispanismo, el haitianismo y la brujería, la propaganda, la prensa…».
«Sin duda alguna, novelar la historia guarda una intrigante y enfermiza relación en la novela con la ideología del olvido perpetuada desde el poder como «un modelo de ciertas sociedades que necesitan maquillar su presente». De tal modo, el paradigma de la desmemoria abarca el propio trujillismo y las referencias a la actual política desmemoriada de la República Dominicana». Entre sus valoraciones al género anota que «las historias narradas sobre Trujillo, además de significar un dinero extra en estos tiempos de escasez, constituyen el modo de recoger las huellas que la historia inducida ha relegado para silenciar complicidades».
NOVELAS DEL TRUJILLATO
Las novelas de Holguín Veras, Diógenes Valdez y Ángela Hernández no son las obras centrales del estudio de Nina Bruni pero aparecen sobre ellas referencias reiteradas. Dice: «Aunque Retrato de dinosaurios de la Era de Trujillo y Juro que sabré vengarme desarrollan en sus argumentos el detallado contexto histórico donde se exponen las causas por las cuales Trujillo se mantiene en el poder y donde se presentan los famosos casos documentados de asesinatos, complots, violaciones y muertes de notables mujeres de la sociedad dominicana, Holguín Veras documenta con precisión los prolegómenos decisivos para la instalación de Trujillo en el poder con la complicidad de Estados Unidos. Por su parte, Diógenes Valdez mueve los hilos de la tiranía a través de la complicidad de los intelectuales, «dinosaurios» vendidos al poder y de una protagonista femenina quien, sin saberlo, se enfrenta a la todopoderosa Primera Dama, que aniquila definitivamente su carrera como poetisa».
Añade que mientras la novela de Valdez es de amor e intrigas, infidelidades y traiciones donde algunos personajes de la vida política se entremezclan con los de ficción, el autor de «Juro que sabré vengarme» busca un perfil crítico y aparentemente más objetivo en torno a la complicidad de los políticos, los intelectuales y el pueblo con el trujillismo». Aclara: «Decimos aparentemente puesto que la pretendida documentación del texto se ve frustrada con los breves comentarios incisivos del narrador que alterna entre la primera
persona del singular, como testigo, y la primera del plural con la cual nos involucra en sus opiniones. El sesgo testimonial se apoya en la inclusión de fotos de la época».
Brevemente describe los distintivos de la novela de Ángela Hernández y especifica que ésta «se distingue de la narrativa sobre la Era de los personajes colectivos en historias característica de República Dominicana».
De El Personero opina que «fue escrita para leerse en voz alta porque el recuerdo se logra aplicando recursos y estrategias literarias que apelan a la relación entre sonido y significado. El predominio de lo sonoro se cristaliza en el uso de frases y vocablos regionales en letra cursiva, de términos en inglés, en la digresión de palabras, en el empleo de vocativos y onomatopeyas que, en su conjunto, interpelan al lector». Agrega que El personero se distingue como novela coral, se constituye «en un extenso diálogo entre el lector, interlocutor indispensable que se ve involucrado en las pasiones, los horrores y las angustias de los últimos diecisiete años de la tiranía».
Indica que «el pesimismo intelectual que hoy día se percibe en muchas novelas de los 90 sobre la Era se debilita en El Personero y deja el protagonismo a una sátira muy sutil como lugar desde donde se interroga sin rodeos conceptuales ni lingüísticos el quehacer histórico y literario. A su juicio, Efraim Castillo demuestra «que ni Trujillo ni los intelectuales de la Era fueron figuras que cerraron a la sociedad sobre sí misma, a pesar de los horrores de la tiranía».
La novela del René del Risco reviste especial importancia para Nina Bruni no sólo por sus características literarias, aportes documentales e históricos sino, porque, según su parecer, «es la primera novela sobre el generalísimo». La describe y pondera, establece puntos comunes con las demás y concluye en que «la reticencia al recuerdo de una época tan desgarradora que menciona a Trujillo veladamente, el espacio agobiante que destruye a los habitantes del pueblo, la música y la radio como señales de una época que nos relata lo oculto, el exilio y la imposibilidad de rebelarse, conforman una constelación temática que cada novela centrada en la Era, desde los 90 hasta el presente, recrea sistemáticamente sobre la base de los recursos que ya René del Risco Bermúdez había perfilado en una obra donde volvemos a definir histórica porque todas las voces esconden el testimonio de la subjetividad doliente de quien se atrevió a expresar por escrito lo imposible de vociferar».
De Uña y carne. Memorias de la virilidad, de Marcio Veloz Maggiolo, expresa que el consagrado escritor «nos ofrece su visión particular de la dictadura de Trujillo a través de la perspectiva de cada personaje del barrio de Villa Francisca, inevitablemente relacionado con el Jefe, para su favor o su desgracia. La omnipresencia del dictador es indiscutible. La subjetividad se conjuga con el lenguaje y la cultura locales de un barrio que en el recuerdo de los protagonistas nos ofrece un atisbo de la realidad de la Era y su herencia».
Significa que Uña y carne «desarrolla desde sus primeras líneas, con un estilo algo intrincado, aquella contienda entre la memoria y el olvido con la aspiración de recomponer el pasado de Villa Francisca y de sus habitantes a la sombra de la dictadura de Trujillo». Agrega que en la novela de Veloz Maggiolo «la prostitución al servicio del poder es polifacética. Los testimonios revelan las intimidades más ridículas y grotescas de Trujillo que pone al descubierto sus perversidades sexuales más estrambóticas y la relación directa de su aparente virilidad con el abuso del poder. Pero, por otra parte, se identifica el rol de la prostitución y el mundo político. Todos los personajes femeninos son prostitutas que encarnan diversos aspectos de la misma cuestión».
Expresa que, con breves pinceladas, en Uña y carne «se precisan hechos históricos como el intento de golpe contra Trujillo a mediados del 1959 y sus consecuencias, las presiones a los prostíbulos y su rol en la época, los métodos de represión aplicados e, incluso, un listado de palabras peligrosas que jamás debían pronunciarse».