La dignidad: la condición humana

La dignidad: la condición humana

DIÓMEDES MERCEDES
Entre otras muchas, ¿las siguientes cosas nos indignan? La expansión y profundidad de la pobreza e indigencia mundial, el calentamiento global, las oleadas de emigrantes que desde los países con mucho menos desarrollo inundan las fronteras y costas de los que los concentran, las guerras abusivas con falsos pretextos hechos para el saqueo de recursos con la muerte masiva de los jóvenes de los países agresores enviados a matar poblaciones enteras de las naciones invadidas.

La escasez de agua potable, tanto como de reservas petroleras, ambas monopolizadas, la alianza imperial totalitaria de la globalización, las torturas, el monopolio de la información y de la comunicación para imponer uniformidad político-cultural de los pueblos, el status colonial de quienes no sean potencia, la corrupción y el narcotráfico siempre en auge, la represión y la violencia como respuesta al argumento de las naciones y de sus ciudadanos; etc., relación de hechos, fenómenos y tragedias que juntas y separadas nos hablan de la fase crítica actual de la civilización y la pérdida masiva de la condición humana y de la erección del hombre sin atributos, del animal sapiens que empeña su dignidad y se reduce, por la mera subsistencia animal que lo reproduce como bestia. Todo y más indigna a los humanos que lo observamos, como sobrevivientes de una raza que termina.

El ser humano caracterizado por una aspiración progresiva a la lucidez, de repente ésta ya no le interesa, no es prioridad, se despoja de la que posee a cambio de una promesa que pueda animar su esperanza de sobrevivir un día más. Privados de racionalidad, señores, ¿qué somos? ¿Puede la vida estomacal ser considerada vida humana? Esta no puede ser un saco vacío, como tampoco una caldera de violencia intra-específica, como dentro de la cual nacemos, para ganarnos ese día más.

Desde que el infante llega al conocimiento, el primer elemento de la formación de su identidad es el de reconocerse e identificarse con los que como él son diferentes a una planta, una roca o un animal. En ese estado llega a reconocerse igual que estos sólo como parte de la naturaleza pero segregado de ella por la evolución que nos ha dotado de sensibilidad, imaginación y de una lucidez que nos hace concientes. Estas diferencias forman la condición humana, que hace de nosotros el ser moral único en todo el universo.

Ser moral equivale a ser responsable de ti, de tu descendencia y semejantes. ¿Pero, lo somos? Y si no, ¿qué somos? Estamos inmersos en una involución hacia el bruto, hacia la bestia. Una persona lo es por ser racional, ética y sensible, venciendo los instintos primarios con las facultades cerebrales superiores que nos hacen capaces de ser dirigentes, sociales, y creadores. Dentro de las creaciones humanas la más elevada es el don de las palabras, con las que nos acreditamos, y es precisamente en ellas donde se manifiesta el desmoronamiento ético que contamina la civilización, convierte al homo sapiens en animal sapiens, el que usa la palabra no para decir verdades sino como medio de producir engaños aplastantes y devorar a los demás. Mundo este de locos, vemos a Bush cargar y acariciar su perrito rumbo al avión, mientras es indiferente al conflicto bélico injusto en que ha involucrado a su pueblo, destruyendo la vida de los suyos, su poder y economía, devastando otros pueblos que no podrá conquistar mientras haya dignidad.

En la era digital o tecnológica de nuestra civilización, lo humano muere con la pérdida de la razón y de la sensibilidad, lo que produce la grave enfermedad del desamparo que nos afecta. Pero, ¿cuál es este desamparo? Consiste en el abandono en el que cada cual ha dejado a los demás zozobrar aislado en sus angustias. Consiste en la indiferencia ante el crimen, especialmente el del poder. Consiste en la indiferencia ante las víctimas y ante el victimario también.



Urge revertir estas situaciones metódicamente estableciendo cada cual si somos hombres y mujeres, personas, o si animales puros, machos y hembras, caníbales. La cuestión filosófica actual a respondernos no es el  “To be or not to be”, tampoco el ¿Qué hacer? de Lenin, lo es el ¿Qué somos? en plural y a partir de la respuesta a las actitudes coherentes y consecuentes ¿Qué somos?

Los fenómenos citados en el primer párrafo de esta entrega, ligados a la impotencia individual para encararlos, han creado en escala macro, una gran depresión devalorativa de la condición humana, que como en los casos de la depresión bipolar, va desde estados catatonicos a hiperactividades escalofriantes, en las que se expresa el miedo a la libertad y a la responsabilidad de ser entes humanos. Inactividad ante lo que nos agrede como personas y familia humana, indiferencia, etc., o evasión con drogas, placer físico vacío, meternos en multitudinarios espectáculos con basuras culturales, terrorismos, etc. La humanidad carente de humanismo es el paciente, sin otro médico que ella misma, pero quiere ser más paciente que médico y en el punto en el cual estamos es cada cual quien debe buscar su punto de apoyo para mover este mundo fuera del precipicio en el cual se hunde.

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