La dirección borrosa – 2-

La dirección borrosa – 2-

El alcalde miró a los ocho regidores del ayuntamiento, sentados en círculo alrededor de su escritorio; clavó la vista en cada uno de ellos y les preguntó: –¿Cuál de ustedes tiene una mujer preñada? Cinco regidores levantaron la mano derecha. El alcalde de Sincalzón sonrió comprensivamente y al hacerlo se le achicaron los ojos en un gesto pícaro de complicidad. Los regidores se levantaron y empezaron a salir de la oficina. Un regidor, que se quedó atrás, se volteó repentinamente y regresó donde el alcalde. –Debo decirle que tengo dos mujeres preñadas; ninguna es mi esposa; por eso permanecí callado durante la reunión.

–¿Alguna de sus dos mujeres preñadas conoce a alguien llamado Indalecio? –No lo creo; son dos muchachas muy jóvenes. –¿Y eso qué tiene que ver? –A diez kilómetros de Sincalzón hay un lugar que le dicen “loma de los indalecios”. Es un sitio lleno de árboles y atravesado por el río. Los viejos cortaban palos de candelón. Para no sudar la ropa los leñadores se quitaban los pantalones. Usaban el hacha estando desnudos; luego se bañaban en el río antes de regresar a sus casas. Las mujeres viejas, que lavaban ropa en el mismo río, saben de eso. Pero estas dos jovencitas no han ido nunca a esa loma.

–Veo que será difícil entregar la carta. Lo único que sabemos es que se trata de una mujer preñada y que la envía Indalecio. Hay, por lo visto, muchas mujeres preñadas en Sincalzón. Y ahora me dice usted que hay una “loma de los indalecios”. El Indalecio que escribe vive en España; o sea que no está aquí. Usted añade que son las viejas quienes conocen la tal loma donde los hombres trabajaban encueros. ¿Quién va a entrevistar las abuelas de este pueblo?

–Lo mejor es devolver la carta a la oficina de correos para que ellos la destruyan. La lluvia emborronó el nombre y la dirección por algún motivo que sólo Dios sabe. El agua corrió la tinta del papel como si cerrara un expediente por cuenta del destino. Debemos dejar de averiguar. –Alcalde, usted es un sabio; por algo lo eligieron. Nadie vota por quien investiga la vida de su madre.

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