La disyuntiva: dejar morir a Baní o a la capital

La disyuntiva: dejar morir a Baní o a la capital

La Naturaleza, con sus nuevos ciclos de sequía y de lluvias por efectos del calentamiento global, le está jugando una mala pasada al país con la crisis que se ha presentado en Baní por la falta de agua en el canal Marco A. Cabral, que ha arruinado a los agricultores que no han podido completar sus procesos de siembra en un clima que siempre ha sido exigente a quienes lo aprovechan para la agropecuaria.

El Gobierno, entendiendo la problemática banileja, acudió en ayuda a los agricultores otorgándoles créditos por 70 millones de pesos para llevar a cabo una serie de acciones, entre ellas la de garantizar la cosecha de mangos y realizar algunas obras de mejoramiento del regadío por bombeo, proteger la zona de Villa Fundación con gaviones para evitar que el río Ocoa afecte con las crecientes las plantaciones de mango, que ahora es el motor económico de la comunidad sureña.

Con esos RD$70 millones, se proyecta aplacar las angustias de los banilejos, dedicándole tiempo y recursos para asegurar un mejor uso de las aguas del subsuelo de la zona, preparando lagunas de almacenamiento de agua que aseguren un mejor aprovechamiento del agua, y lo que es más importante, ver si el INDRHI cumple con el compromiso de garantizar diez metros cúbicos por segundo de agua durante cinco días a la semana, lo que en las condiciones actuales es imposible.

Cuando el gobierno del doctor Balaguer inició en 1988 la construcción del acueducto desde Valdesia, se sabía que en el futuro iba a ocurrir un conflicto para ver quién tenía la prioridad del uso del agua del río Nizao, si la agricultura para asegurar la alimentación o a la población capitaleña que necesita el agua para vivir, y en consecuencia, se sabía que la vida de los capitaleños era más importante que los cientos de agricultores banilejos arruinándose.

Mientras los agricultores banilejos carecen de agua, en las redes del acueducto de Santo Domingo se pierden, por causas de fugas, negligencias y averías que la CAASD no atiende a tiempo para repararlas, más de un 45% de pérdidas de agua. Ahí está la fuga que ocurrió en la línea matriz de 67 pulgadas del acueducto de Valdesia, que desde el 2013 estaba botando agua, pese a los reportes de los vecinos y se había destruido una buena parte del pavimento de las calles de la urbanización San Benito, y fue a finales del mes pasado, que con mucho aspaviento en todos los medios, que la CAASD procedió a repararla, ante el temor de que a la institución se le viera como culpable en parte que Baní se le estrangulara al quitarle el agua del canal a nombre de la sequía.

La lección para las autoridades y los usuarios del agua del río Nizao es muy aleccionadora. Este caso no será el único, sino que por la naturaleza del calentamiento global, las condiciones climáticas se tornarán cada vez más impredecibles en cuanto a la costumbre que tenían los agricultores del conocimiento que existían de los ciclos de sequía y lluvias, que todo el mundo conocía de que para los primeros cinco meses del año, con el periodo de Cuaresma incluido, no llovía y se esperaban con ansiedad las lluvias de mayo que llegaban puntualmente. Para el caso de los canales ya es obligatorio que el INDRHI le entregue a los parceleros un volumen de agua determinado por el tipo de cosecha para eliminar el desorden actual de un apreciable desperdicio de agua, que hasta ahora se ha evadido implementarlo por consideraciones del populismo político criollo.

El suministro de agua a la capital no deberá depender con exclusividad del río Nizao, sino explotar hasta el máximo los recursos de las cuencas, tanto la del río Ozama como del Haina, el Isabela y del Yabacao. Una presa en el río Haina es de dudosa factibilidad y solo podría ser en base a un bombeo que no resulte muy oneroso. Por igual para Baní es necesario considerar que hasta la presa de El Recodo en el río Baní sería factible al tiempo que se explota la posibilidad de aprovechar los recursos del subsuelo como los existentes en el Arroyo Bahía.

 

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