La doble vía: Un ala que busca un cuerpo

La doble vía: Un ala que busca un cuerpo

(Puerto Rico y República Dominicana)

En un reciente viaje a la República Dominicana me encontré en la Autopista Duarte con varios letreros de lechoneras que aluden a Puerto Rico y que por los nombres parece que son de puertorriqueños. También me despertó algo de curiosidad que en al menos dos establecimientos comerciales me atendieran personas que usaban palabras propias del habla puertorriqueña. Claro, ese hablar no garantiza que fueran propiamente oriundos de Puerto Rico. Es común que algunos dominicanos después de vivir muchos años en PR y regresar a RD terminan usando muchas palabras puertorriqueñas por un tiempo hasta que le cogen el piso nuevamente a la lengua dominicana. Sea como sea, la cuestión es que alguien o se ha mudado a otro país o ha regresado a la tierra originaria.
Hace unas semanas que el cónsul general de la República Dominicana en PR, Sr. Franklin Grullón, declaró a la prensa que debido a la crisis económica que castiga a PR es cada vez más frecuente que ciudadanos puertorriqueños visiten el consulado dominicano en Puerto Rico para solicitar visas de trabajo o de residencia para mudarse a la RD. No ofreció estadísticas concretas, pero esa ausencia de números no descarta sus declaraciones. Sabemos por otros testimonios directos y noticias mediáticas que el acontecimiento es real.
Es un hecho que por casi tres décadas estudiantes puertorriqueños viajan a la República Dominicana para estudiar medicina en las universidades dominicanas. Unos regresan y otros se emparejan sentimentalmente y se quedan. Pero este hecho de mudarse por otros motivos no es nuevo. Es la recuperación y continuidad de un ciclo migratorio que a finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del siglo XX era usual. Por solo citar algunos casos de notables, las historias familiares de escritores y políticos como José Luis González, Juan Bosch, Pedro Mir, Joaquín Balaguer, Freddy Gastón Arce, Evaristo Rivera Chevremón, entre otros, no se pueden desvincular de esos desplazamientos poblacionales. Lo de Eugenio María de Hostos (algunos de sus hijos eran dominicanos), Ramón Emeterio Betances y el poeta Pachín Marín, quien incluso escribió una obra de teatro sobre la independencia dominicana, son sabidos. Recientemente el caso del escritor puertorriqueño residente en RD Pedro Cabiya es también digno de mención.
Es que era frecuente, multivial y habitual el movimiento poblacional interisleño. Pero la memoria de esa transisleñidad se fue borrando por diversas razones.Creo que en lo que corresponde a la RD y PR, en esa desmemoria y olvidos tuvo una gran cuota de responsabilidad un sector de un cierto nacionalismo ciego y de la izquierda ilustrada hegemónica puertorriqueña que a partir de la Revolución Cubana de 1961 solo privilegiaron los vínculos con Cuba en sus narrativas. La recientemente fallecida historiadora Laura Natel lo recordada hace poco en un artículo publicado en periódico digital 80 Grados sobre el mito de las dos alas, en torno a Cuba y Puerto Rico, con RD como un cuerpo extraño y olvidado entre esas dos alas.
Volviendo a la llamada «izquierda», digamos que hubo en un sector de ella –también académica y letrada muchas veces– una especie de sublimación con el proceso revolucionario cubano en nombre de una solidaridad puramente instrumental. La primera tensión con lo dominicano empezó con los migrantes que empezaron a llegar a PR luego de la confrontación armada de 1965 en contra de los 42 mil marines norteamericanos que invadieron a RD. Con la avalancha de estos,que se incrementó en los 80 y los 90, poco a poco fue naciendo un discurso xenofóbico antidominicano en algunos sectores cívicos, incluyendo a gente de izquierda y del nacionalismo. No generalizo, pero fui testigo directo de ese proceso. También hubo reacciones desde la xenofilia. En el Festival del Periódico Claridad (órgano de un sector de la izquierda) hasta hace poco, incluso, estaba prohibido tocar merengue, aunque sí subían a la tarima bandas roqueras. No es para meterle el dedo a nadie en los ojos, pero los hechos son los hechos y es a partir de ellos que posemos hacer análisis sostenidos. Si insisto en la izquierda es porque uno la supone más solidaria y ética y moralmente superior tanto en sus praxis sociales como discursivas.
No sé si nuevamente habrá un desplazamiento masivo de puertorriqueños hacia la República Dominicana. Lo dudo por las nuevas circunstancias históricas. La migración puertorriqueña hacia la RD se dio en un momento en que los puertorriqueños no tenían la ciudadanía americana. A partir de 1917, cuando se otorga, el puertorriqueño se desplazó mayormente hacia los Estados Unidos, sobre todo a las fincas agrícolas. A partir de entonces entrabana los EE.UUsin visa ni pasaporte.
Según cálculos estadísticos, de 2010 a 2014 se fueron de Puerto Rico 375 mil personas. En los primeros seis meses de 2015, según END, se estima que migraron 71 mil personas. De acuerdo al censo de RD en 2012 vivían en el país más de 4, 500 mil puertorriqueños.Es difícil saber cuántos más se han ido a la RD en el interregno de esos tres años y sobre todo cuando el flujo ha aumentado. No tengo la menor duda, sin embargo, que la cantidad ha aumentado, ya sea para acogerse a un mejor retiro (en RD todavía es costo de vida es más módico que en PR), a trabajar en áreas técnicas o profesionales especializadas o simplemente a instalar algún negocio que le sea más rentable que en PR. Dadas las brechas salariales entre ambos países dudoque se hayan ido trabajadores no diestros a buscar empleos.
Sea cual sea el motivo para irse a la RD es hora de abrir puertas y dar bienvenidas. No por las gastadas quimeras románticas decimonónicas de la imaginada Confederación Antillana, aunque puedan ser válidos para algunos.Un proyecto de esa naturaleza requiere demasiada evolución, desnacionalización y humildad de espíritu de los habitantes de estos archipiélagos. Aunque quizás la falta de humildad y el complejo de superioridad sea más evidente en unos que en otros es hora de empezar a desgarrar esas deficiencias. Eso es lo primero que habría que empezar a atacar a través de la educación y la reeducación.
De lo que se trata, en lo inmediato, en lo que pueda venir la “Confederación” –si es que ha de construirse- es de pura ecología social. De auspiciar que las circularidades históricas-poblacionales de estos territorios isleños retomen y sigan su curso como en el pasado: hoy nosotros aquí y ustedes ayer, y quizás mañana, allá de nuevo… Somos islas que hemos vivimos en movimiento, puentes portátiles como le llamé en 2005.
Pero además, es un hecho que hay varias generaciones de personas que son hijos e hijas de puertorriqueños y dominicanas o de dominicanos y puertorriqueñas que han terminado siendo híbridos, descendientes de una genealogía dispersa y fragmentada. Contaminadas por estas aguas del mar caribe. Tienen familiares flotantes y terrenales (abuelos, padres, madres, hermanos, sobrinos, primos, tíos, etc..) aquí o allá.
Contrario a ciertas razas de animales -que si mezclan desaparecen- la sobrevivencia y fortaleza del futuro de la especie humana se garantiza en la mezcla, en los juntes físicos y simbólicos. De eso se trata, de retomar y darle continuidad a lo que a lo que a finales del siglo XIX se inició -quizás antes- continuó a lo largo de todo el siglo XX y ha seguido vivo en el siglo XXI.

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