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En el panorama de la política internacional, asistimos hoy al regreso de la Doctrina Monroe, la tesis de línea exterior estadounidense enarbolada por el presidente James Monroe el 2 de diciembre de 1823, expresada en la consigna de «América para los americanos». Obviamente, cuando habla de americanos equivale a estadounidenses.
Aunque John Kerry, secretario de Estado de la administración Obama, afirmó el 18 de noviembre de 2013, que «la Doctrina Monroe ha terminado», su sustituto en ese cargo, Rex Tillerson, en el Gobierno de Donald Trump, expresó el 1 de febrero pasado, que «algunas veces olvidamos la importancia de la Doctrina Monroe y lo que significa para nuestro hemisferio, por lo que creo que es hoy tan relevante como cuando se escribió».
Al referirse a China y a Rusia, concluyó que América Latina no necesita nuevos poderes imperiales. Tillerson fue sustituido en el cargo por Mike Pompeo, quien al hablar esta semana en la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), ratificó las declaraciones de Tillerson en materia de política exterior de la administración Trump, cuando se refirió a Venezuela, Cuba y Nicaragua, así como a toda la región latinoamericana y caribeña.
En nuestro país, Robert Cocley, encargado de Negocios de la embajada de los Estados Unidos, expresó su preocupación por el establecimiento de relaciones diplomáticas de la República Dominicana con la República Popular China.
«Estados Unidos -afirmó el funcionario norteamericano- no está de acuerdo con la manera y el momento en que se hicieron. Respetamos el derecho de hacerlo…».
A propósito de las diversas declaraciones de funcionarios estadounidenses, ofrecemos a nuestros lectores algunas informaciones sobre la Doctrina Monroe:
Estados Unidos puso en práctica, desde sus inicios, la decisión de extender sus fronteras en base a territorios ajenos, que consideraba destinados a pertenecerle: el llamado Destino Manifiesto, la prolongación de sus designios allende los mares; hasta lo que ellos entienden como la propagación de la independencia y la libertad.
De ahí que en 1818 Henry Clay planteara la necesidad de que Estados Unidos reconociera a las nuevas repúblicas hispanoamericanas y las ayudara a independizarse de España y Holanda, tal como estas últimas y Francia contribuyeron con ellos en su lucha de liberación contra Inglaterra. Pero John Qince Adams, el secretario de Estado actuó con discreción en ese momento: se realizaban las negociaciones sobre la Florida, y había que evitar apresuramientos. Por ello, el presidente James Monroe reconoció la independencia de México el 12 de diciembre de 1821.
El hecho de que las potencias europeas tomaran la decisión de mantener su continente y a América seguros y en paz luego de sus triunfos sobre Napoleón, y tras el Congreso de Viena de 1815, hizo que los Estados Unidos expresaran formalmente sus tesis relacionadas con lo que había sido su práctica: el expansionismo. Esa declaración, también estuvo motivada por el pánico de 1819, que desembocó en la crisis económica de 1820.
Los Estados Unidos fue muy impactado cuando el zar Alejandro I de Rusia propuso llevar a cabo la llamada Santa