LA DOMINICANIDAD de Julia de Burgos

LA DOMINICANIDAD de Julia de Burgos

Julia de Burgos conoció a Juan Bosch cuando se lo presentó en Santurce el poeta Luis Llorens Torres. Santurce era entonces una hermosa barriada de clase media situada a pasos del litoral del norte de la isla, entre el Condado y el Barrio Obrero, se destaca por las luces de neón de sus tiendas y cines, como por sus centros culturales y tertulias que reunían a lo más granado de la intelectualidad de entonces. Entre estas tertulias estaba la del restaurant El Chévere donde asistían editores y periodistas. Posiblemente, camino a esa tertulia iba Bosch con el poeta Luis Llorens Torres cuando se encontraron con Julia que era asidua de esos mentideros intelectuales.

El desarrollo de Santurce demuestra el traslado de la ciudad letrada hacia esa parte. Porque Llorens siempre tuvo, y entonces tenía, una tertulia en el Viejo San Juan, en La Mallorquina, un antiguo restaurante de mediados del siglo XIX y donde también eran contertulios Nemesio Canales, y el crítico dominicano Sócrates Nolasco. Julia ya era conocida por sus poemas patrióticos publicados en el periódico La Acción y en las revistas Alma Latina y Renovación. En esta última había tenido un duelo literario con el poeta nacional Llorens, al publicar en las páginas centrales los poemas dedicados a dos ríos: “Río grandes de Loíza” y “Al río Jacaguas”, este último de Llorens. Esta publicación significó la entrada definitiva de De Burgos al Parnaso puertorriqueño.

En 1938, en la tertulia de Llorens en La Mallorquina celebró el grupo de escritores la publicación del primer libro de Julia, Poemas en veinte surcos. No tenemos constancia de la presencia de Sócrates Nolasco ni de Juan Bosch en el acto. Lo cierto es que la poesía de Julia de Burgos despertó el entusiasmo de Juan Bosch quien dijo, con la inteligencia que le caracterizaba, que la joven autora era una de las mejores poetas de América. Razón tenía Juan Bosch, cuyas palabras demuestran una lectura detenida entonces de la poesía puertorriqueña, al decir que no era solo Julia una de las mejores poetas de América, sino que Puerto Rico tenía varias, aunque no las menciona deja una tarea pendiente: la de discutir la poesía hecha por mujeres en Puerto Rico.

Cuando Julia de Burgos publica su segundo libro, Canción de la verdad sencilla (1939) ya Bosch estaba en La Habana dirigiendo la publicación de las obras completas de Eugenio María de Hostos, de cuyo nacimiento celebrase entonces el centenario. Pero debía conocer Bosch por su amistad con Juan Isidro y Julia de Burgos la poesía más reciente de la autora. En casa de Bosch en La Habana, sita en el edificio Carreño, Julia de Burgos siguió escribiendo poesía, la que integrarían su tercer libro de poemas El mar y tú, publicado póstumamente.

En su período neoyorquino (1942-1958), Julia escribió en el periódico Pueblos Hispanos una crónica del acto realizado en La Habana por los exiliados dominicanos en la que se premió un trabajo periodístico de Juan Bosch. Hasta entonces esta es la primera referencia pública que hemos encontrado de la poeta hacia el autor de La Mañosa. Y aunque glosa las obras y el talante literario de Bosch, Julia de Burgos se centra en la lucha contra el tirano Rafael L. Trujillo. Un análisis de esta crónica periodística muestra la admiración de Julia por el político Juan Bosch a quien coloca en el centro de la lucha antitrujillista.

Para entonces, Bosch hacía el papel de enlace de la dirección del PRD con las seccionales de Puerto Rico y Nueva York, como se desprende de una carta de Jimenes-Grullón. Pero lo que resulta paradójico es la afirmación de Julia sobre el liderazgo de Bosch, pues en esa misma fecha comenzaron las desavenencias políticas de Juan Bosch y Juan Isidro Jimenes, a quien Julia nunca menciona en el artículo. Julia, en su segunda estadía en Nueva York, ya había quebrado la relación sentimental con Juan Isidro, pero continuó la lucha contra Trujillo, y a favor de la democracia en República Dominicana.

Ese mismo año, publicó en Pueblos Hispanos el poema “Himno de sangre a Trujillo”, en el que dice: “General Rafael, Trujillo General, que tu nombre sea un eco eterno de cadáveres,/ rondando entre ti mismo, sin piedad, persiguiéndote,/ que los lirios se tapen sus ojos de tus ojos, / vivo y muerto para siempre; / que las flores no quieran germinar de tus huesos, / ni la tierra te albergue: / que nada te sostenga, General, que tus muertos/ te despueblen de vida y tú mismo te entierres”.

Esta dedicación de Julia por los asuntos dominicanos le viene por distintas vías. Primero, porque los escritores puertorriqueños (Luis Palés Matos y Llorens Torres) promocionaron una literatura antillanista y De Burgos en Cuba encuentra la veta de las islas. Segundo, porque Julia era ya marxista e internacionalista; buscaba la liberación del mundo del fascismo. Por eso ligaba a Trujillo al fascismo hitleriano, cosa que hizo Jimenes-Grullón. También porque había leído, sin dudas, los estudios de este sobre la historia dominicana y esto la hacía una dominicanista con un conocimiento de causa mayor que otros.

No es de dejar atrás las palabras de Julia a su amiga Thelma Fiallo, en las que la autora coloca la transformación de la mujer y pone a Thelma como símbolo de esos cambios: “Somos clamor de ahora. Puntales del Caribe/ sosteniendo el intacto pudor de nuestra gente./ Saludo en ti mujer que en mí te reproduces,/ dominicana sangre que se suelta y se extiende.” (“Saludo en ti a la nueva mujer americana”). Con esto se cierra la dominicanidad de Julia de Burgos antes de su muerte. Lamentablemente, sus biógrafos puertorriqueños han echado de lado este amor de Julia por Santo Domingo. Y por el contrario han creado la leyenda de maltratos que Julia sufrió en la relación con Jimenes-Grullón.

Cierto es que esa fue una separación dolorosa para ambos, pero esto no hizo mermar el amor de Julia por República Dominicana y su declarada lucha contra el dictador en momentos en que el sátrapa acallaba voces más allá de la frontera. Este hecho demuestra que, luego de la ruptura sentimental, el elemento político, la lucha antitrujillista de Julia, quedó indemne y que, posiblemente luego de las cartas de desahogo de Julia con su hermana Consuelo sobre la relación frustrada, la relación entre ambos no fuera lo que pintan los biógrafos mitificadores de la vida de Julia de Burgos, como se puede apreciar desde la publicación del libro de Yvette Jiménez de Báez, “Julia de Burgos, vida y obra”. Desde entonces son dominantes los escritos sobre la poeta que unen vida y poesía en un discurso que ha menoscabado las posiciones políticas de la autora a favor del mito romántico en el que Julia de Burgos funciona como una mujer maltratada por los hombres en desmedro de la poeta social que fue.

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