La dulzura del Señor

La dulzura del Señor

POR LEONOR  ASILIS
Al orar con  el salmo 90 observamos con admiración la exaltación de la dulzura del Senor.  Dulzura que debemos irradiar hacia quienes nos rodean.

Y es que  la dulzura es la flor de la caridad. En efecto, el que es dulce no ofende a nadie, soporta a los que los tratan mal, y no devuelve mal por mal.

Obviamente solo esto se puede si tenemos amor. El amor de Dios.

Nadie puede dar lo que no tiene. Y nadie puede tener lo que no recibe. Es decir, que solo cuando nos percatamos  de su gran amor somos capaces de amar como Él nos ama.  Lo que pasa es que muchas veces nos hacemos ciegos e insensibles y nos dejamos arrastrar por la maldad, el odio y el desamor. Es cuestión de conectarnos con Él (Jesucristo, maestro  del amor) y ejercitar la caridad a la máxima potencia. Un  gran alumno de esta gran virtud de la dulzura fue San Francisco de Sales, obispo de Ginebra. De hecho, así le llaman: el Santo de la dulzura pues tenía su puerta siempre abierta a quienes querían conversar con él. A los pecadores también, con mayor dulzura. Tanto más que sus amigos se escandalizaban con su actitud. Pero él les decía: ²Vale más tener que dar cuenta de demasiada dulzura que de demasiado rigor. Acaso, Dios no es amor?²  Exhortaba: ³No pierdan ninguna ocasión, por pequeña que sea, de ejercitar la caridad para con todos². ³Hay que considerar al projimo en Dios². Después de pedir el amor de Dios hay que pedir siempre el del prójimo, particularmente para con aquellos a quienes no sentimos  ninguna inclinación². Ahora bien, el consejo a mis ojos más sorprendente de este Santo para conservar la tranquilidad del corazón es el siguiente: ³El gran bien, nuestra felicidad en la perfección, sería no tener ningún deseo de ser amado por las criaturas.  Que nos debe importar si nos aman o no? Si alguna vez nos parece que alguien no nos ama, debemos seguir adelante en nuestro camino, sin detenernos a considerarlo.  Debemos amar al prójimo, a cada uno en su orden, según el deseo de nuestro Señor, haciendo todo lo posible para contentarle y hacerle el bien, porque ese es el deseo de nuestro Senor. Si Dios quiere que tengamos el amor de sus corazones, ese es un gran consuelo y bendición de Dios; y si no agrada a su bondad, debemos contentarnos con el amor del corazón de Nuestro Señor, y eso nos basta². Esto nos recuerda aquella frase de Jesús registrada en el Evangelio: ³Hay más alegría en dar que en recibir². Concluimos esta reflexión sobre esta noble virtud con la comparación que hace este Santo y doctor cuando decía que se atraen mas moscas con una cucharada de miel que con cien barriles de vinagre, y que, si el espíritu humano se  rebela   contra el rigor, por la suavidad se pliega a todo. ³

Leonor.asilis@codetel.net.do

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