La duración de un cuento

La duración de un cuento

DIÓGENES VALDEZ
Cada cierto tiempo alguien me ha sorprendido con la pregunta, “¿Cuántas páginas debe tener un cuento?” Una respuesta a dicho cuestionamiento precisa de una aclaración:
Todo cuentista y por ende conocedor de las técnicas que gobiernan el género sabe, que lo primero que debe hacerse es prever, cuál habrá de ser el final de su cuento. Recordemos que Isaac Asimov recomienda en su famoso (por lo didáctico) cuento La mirada hacia atrás, que:

“Al escribir un cuento, lo más conveniente es que escribas el final. El final sólo será para el lector, pero para quien lo escribe, ese será el principio”.

Todo escritor de cuentos conoce de memoria dicho axioma y debe aplicarlo al pie de la letra. Teniendo entonces un cuento todavía no escrito, ese final lleva implícito la cantidad de páginas en que habrá de agotarse el tema, dependiendo de la importancia del mismo y de la habilidad del escritor para llegar hasta ese final previsto.

Cada tema lleva como sello invisible, el número de páginas que precisa para ser contado. La tradición crítica diferencia el cuento de la novela, diciendo, que mientras esta última es “extensa” y tolera prácticamente cualquier recurso narrativo, el cuento, es “intenso”. Esta intensidad parecería estar atada a la brevedad, pero después de haber leído cuentos como Bola de Sebo, de Guy de Mauppassant, La muerte de Ivan Ilicht, de León Tolstoi, o El Oso, de William Faulkner, y una novela como La cigüeña encadenada, de Vicente Huidobro, que apenas rebasa las siete páginas en un formato “media carta”, las taxomamías “inteso/extenso” parecen quedar en entredicho.

Una definición más ajustada a la realidad sería la que propugnan aquellos que dicen que la diferencia entre ambos géneros está, en que mientras el cuento “es el relato de algo que pasó”, la novela en cambio “es el relato de algo que está pasando”.

Al ser el cuento “el relato de algo que pasó”, es por tanto “un sucedido”, y ya tiene el escritor una conciencia y un conocimiento previo de todo el asunto, cosa que no sucede en la novela, lo que permite al cuentista prever un aproximado de páginas para el tema elegido, pero no su número exacto.

Tomemos como ejemplo las recomendaciones de Asimov. El escritor tiene que saber cómo termina su cuento. Antes de escribir la primera línea, dicho cuento lleva en la mente de quien lo escribe la palabra “fin” y el cuentista, no puede ir más allá de ese límite impuesto por el tema.

La respuesta a dicho acertijo será siempre la misma: su duración siempre será el número de páginas necesarias entre el comienzo, y ese final previsto por aquél que, descarga sobre el personaje (o los personajes), las acciones que dan cuerpo al tema, cuya importancia dependerá de la habilidad de aquel que cuenta la historia.

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