La econo-felicidad

La econo-felicidad

Hace dos meses, con motivo de un viaje nuestro a Bután, expliqué en esta misma columna cómo ese pequeño país budista, ubicado cerca de las Himalayas, había auspiciado, por sugerencia de su rey, el concepto de la Felicidad Interna Bruta (FIB), en contraste con la usual medida del Producto Interno Bruto (PIB). Cité que nosotros los dominicanos rendíamos demasiada pleitesía al rey PIB y que, al igual que los butaneses, deberíamos buscar un desarrollo socio-económico más igualitario, un mejor gasto por parte del gobierno y el auspicio de la defensa del medioambiente y los valores culturales.

Ahora resulta ser que la gente más seria del mundo le está haciendo caso al rey de Bután. Nada menos que el Primer Ministro de Inglaterra, David Cameron, ha decidido crear un Índice Nacional de Alegría (INA), con resultados trimestrales que serán puestos a disposición del público y que preparará su Oficina Nacional de Estadísticas. El nivel de econo-alegría, econo-dicha o econo-gozo de una sociedad, en contraste con su crecimiento y cambios en su productividad, se medirá a través de encuestas donde se le pedirá al pueblo que conteste, en una escala del 1 al 10, cuatro preguntas:  1. ¿Cuán feliz se sintió usted ayer? 2. ¿Cuán ansioso se sintió usted ayer? 3. ¿Cuán satisfecho está usted en estos días con su vida? 4. ¿Hasta dónde siente usted que las cosas que hace en su vida valen la pena?

Ya un profesor universitario inglés, experto en la “economía de la felicidad”, ha sugerido agregar dos preguntas más:  “¿Cuán bien ha estado usted durmiendo? y “¿Cuán presionado cree usted que está su tiempo?”  Busca medir el “stress” y la ansiedad.  Entre los dominicanos tal vez la pregunta sería “¿Tú ta chévere?” Los expertos ingleses han determinado que el dinero en sí no otorga felicidad, aunque los ricos tienden a ser más felices y que el estar empleado es crítico para la auto-estima.  La gente necesita algo, más allá de lo material, para sentirse bien. Parecería ser que los ingleses nunca se han olvidado de aquel día, triste para ellos, cuando los americanos decidieron declararse independientes manifestando: “El derecho inalienable a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.  Ahora los ingleses también la buscan. Otros sugieren que el indicador por antonomasia para este siglo XXI deberá ser la Prosperidad Emocional Bruta (PEB). La idea es poner valor a cosas que no tienen un precio comercial, para así lograr la prosperidad emocional.

El profesor Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, sugiere que se puede aprender a ser feliz, pero hay que practicar, proponiendo formas para eventualmente lograrlo.

¿Se sintió usted feliz con la decisión del gobierno de no reconocerle a los diputados del PRD el derecho a vetar ciertas leyes que requieren de las dos terceras partes de los votos, lo que equivale a repetir el tristemente célebre “fallo histórico” de 1978 por medio del cual Balaguer logró el control del Congreso? ¿Está feliz con la crisis interna del PRD y con la decisión de anoche sobre el Casandra?

Yo pienso que lo que hace a uno feliz depende de la edad que se tenga. Para mí, por ejemplo, es que las nietas saquen buenas notas, que la glucosa esté baja y poder leer una buena novela viendo el sol bajar frente a la playa, ya que algunos definen lo que ahora es mi edad, como el momento en que ya uno, por fin, tiene con qué hacer todas aquellas cosas que en su juventud quiso hacer y no podía, pero que ahora no dan gusto.

Amigo(a) lector(a) ¿cuándo fue la última vez que usted se sintió feliz? ¿Por qué?

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