La economía tiene su propia fuerza de gravedad. A todo lo que sube le tiene que llegar, indefectiblemente, el momento de bajar. La economía capitalista funciona mediante lo que se conoce como “el ciclo”. No es sino el periodo en que después de un crecimiento se produce una “corrección” – demandada por la propia economía – y se contrae el crecimiento. Es la terrible “crisis” que el solo temor de que llegue, y llega periódicamente, la puede provocar. Aunque el comportamiento de la bolsa de valores puede ser un indicador de bonanza o depresión económica no necesariamente tiene que ser así, aunque es un aviso al que hay que seguirle el paso. Hemos dicho en otras ocasiones que en economía no inevitablemente dos por dos tiene que ser cuatro. Pero la aritmética es infalible y, a la larga, pone los números al derecho y en el lugar donde van.
La bolsa de valores, el conocido Dow Jones de Wall Street, ha estado un año alcanzando incesantemente niveles récords. El lunes 5 la bolsa abrió con un valor de 25,520.75 después de días atrás haber rebasado los 26,000, pero al cierre de ese nuevo “lunes negro” había perdido un 4.6% – mayor desplome relativo desde 2011 – pero significó la pérdida de 1175 puntos un récord de pérdida para un solo día -. Desde marzo de 2017 hasta enero de este año había aumentado su valor en 33%. Después de una ambivalencia durante la semana, el jueves 8 tuvo otro descenso del 4.15% o mil puntos, cerrando en 23860. Un 10% menos desde los 26600 en enero. Obviamente, las otras bolsas reaccionaron hacia abajo ante la debacle del Dow Jones y tuvieron caídas significativas el S&P 500 y el Nasdaq así como las bolsas europeas y asiáticas. El viernes 9 la semana cerró por los 24000 pero se habían perdido 2200. Al buscar la explicación del porqué del desplome bursátil con una economía que está bien uno se encuentra que las acciones cayeron, precisamente, por el registro de buenos indicadores. Casi pleno empleo e incremento salarial implican mayor demanda y esto conlleva aumentos inflacionarios y en consecuencia la Reserva Federal – Banco Central – tendrá que seguir subiendo las tasas a mayor ritmo, esto encarece el dinero y eso crea incertidumbre en inversionistas – aumenta costo del endeudamiento – y los puede conducir a refugiarse más en bonos que en acciones. A estos igualmente les preocupa el fuerte aumento del gasto aprobado en el nuevo presupuesto lo que aumentará el déficit, recuérdese que la recaudación disminuye por la reducción de impuestos, y a lo largo habrá que compensarlo. Otro factor desencadenante: la pérdida de confianza. Súmese la tendencia proteccionista en comercio exterior.
Es de esperar que siga el sube y baja, con alguna que otra convulsión, aunque no necesariamente llegue ya la catástrofe. Monitorese la economía estadounidense. Cuando las bolsas subían Trump lo interpretó como muestra de vigor, ¿Cómo interpretará la caída?