La emergencia sanitaria por pandemia es un firme compromiso con la salud y la vida de los ciudadanos y aunque implica restricciones de diversos grados para contener las infecciones virales, no frena, ni tiene por qué hacerlo, el discurrir de inversiones y planes en importantes sectores productivos.

En eso, el país va a una para hacer posible que el turismo, enmarcado en técnicas preservadoras de su fluir, siga en su renacer como pilar de la economía. Ninguna gestión debe escatimar el Estado por ampliar la acogida de enfermos y extender la vacunación; pero reconforta comprobar que el sector de Zonas Francas no ha perdido capacidad de crecer lográndose que el mal epidemiológico interfiera mínimamente el desarrollo y la creación de empleos que no deben detenerse porque mucho importan también.

República Dominicana no ha perdido fertilidad como asiento de proyectos energéticos amigables al ambiente y de otros géneros.

La industria cinematográfica asciende como fuente de divisas por la atracción de esta tierra sobre productores y actores de fama mundial que descubren rincones ideales para filmaciones y esparcimiento, generándose noticias favorables en el exterior, creciendo la frecuencia de vuelos que conectan al país con remotos lugares. No mirar ni regocijarse por los lados positivos de esta realidad impediría conocerla en toda su dimensión, en un momento en que debe decirse NO al fracaso.

Honor y gloria para los mártires

En buena medida los dominicanos del presente deben la libertad, imprescindible para vivir en dignidad y marchar hacia un futuro de mayores conquistas sociales y políticas, a los sacrificios que tantas veces incluyeron la vida de otros dominicanos que lucharon contra la ignominia de un tiranía sin ejemplo. Que la gesta de Constanza en 1959, que hoy cumple 62 años, ocupe nuestra capacidad de agradecer los heroísmos de todas las época.

La eliminación de la dictadura trujillista, poco tiempo después, marcó a su vez el comienzo de un proceso de reconquista de derechos en curso todavía y que demuestra que las naciones pueden construir un mejor destino sin los instrumentos de terror que llenaron al país de viudas y huérfanos bajo una satrapía que aplicó todas las formas de sojuzgar al pueblo.