¡La educación, carajo!        

¡La educación, carajo!        

Nuestra opinión pública parece ir moviéndose, pendulando, de la crispación al ensimismamiento.

Tanto armamos un reperpero alrededor de un tema, y lo agitamos hasta la ofensa, como luego arriamos banderas y parecemos olvidarnos del asunto para el que antes reclamábamos atender con soluciones tan urgentes como importantes.

La opinión pública del país vive improvisando, diría Bosch, postergando u olvidando las importancias, y acalorándonos y hasta encendiéndonos con las urgencias.   

Por razones que ahora no viene a cuenta dirimir, el pasado ministro de Educación, Ángel Hernández, fue objeto de grandes descargas mediáticas negativas, tanto de gente de medios como de las llamadas plataformas de YouTube y grupos de redes que tras bastidores manipulan figuras de la oposición.

Ahora tenemos como nuevo ministro a Luis Miguel Decamps García, quien tras realizar una reconocida buena labor en Trabajo, llega al cargo en tono conciliador y muy abierto al avance del sistema educativo con la participación de todos.

Antes de que ahonde la desidia y el ensimismamiento, de que caigamos en el olvido, o de que otra vez vuelvan a sonar los tambores de guerra que han crispado a nuestra educación por décadas y décadas, démonos la oportunidad de generar una gran sinergia nacional en torno a ese que es de los principales desafíos que tenemos por delante.

Hagamos que el foco en la calidad de la educación trascienda nuestros particulares intereses políticos, sociales, económicos y gremiales.

Entendamos, de una vez por todas, carajo, que por su transversalidad y capacidad de desenliar todos los nudos que nos entrampan, un buen sistema educativo es pilar del desarrollo de la nación y de los individuos.